Impulso a jóvenes, la mejor apuesta por la sociedad

gerardo romo fonsecaLUIS GERARDO ROMO FONSECA

Como cada 12 de agosto, ayer conmemoramos el Día Internacional de la Juventud; fecha creada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para promover los derechos de los jóvenes y procurar una mayor participación de este sector en todos los ámbitos de la vida social. Sin lugar a dudas, esta efeméride cobra un mayor significado en la actualidad debido a las condiciones adversas por las que atraviesa la juventud en todo el mundo; prueba de ello, es que casi un tercio de los migrantes internacionales son jóvenes. Sin embargo, los problemas que los acechan son todavía más graves en países que presentan marcadas desigualdades y atraso, como en el caso de México.

Desgraciadamente, en nuestro país la falta de oportunidades, el rezago educativo, los altos niveles de inseguridad, el riesgo de adicciones, el aumento del desempleo y la informalidad, son algunos de los grandes obstáculos que impiden el desarrollo pleno de los jóvenes. En efecto, este sector poblacional se ha convertido en la principal víctima de las políticas neoliberales impulsadas por los gobiernos mexicanos durante las últimas tres décadas. Basta observar las estadísticas para corroborar tal afirmación: de los 53.3 millones de personas pobres en México que había el año pasado, 21.2 millones eran menores de 18 años de edad y 12.1% de este grupo se encontraba en situación de pobreza extrema.

Paralelamente, en los últimos 10 años 6.5 millones de adolescentes han tenido que abandonar la escuela, es decir, de cada cien alumnos que ingresan a la primaria sólo 36 finalizan el bachillerato; siendo que la principal causa de deserción escolar es la falta de recursos económicos, tal como lo indica la Encuesta Nacional de Deserción en la Educación Media Superior 2012.

Es evidente que si el Estado mexicano no diseña políticas públicas eficaces para resolver los rezagos de este importantísimo sector, 7 millones de jóvenes se quedarían sin expectativas de futuro debido a la imposibilidad de acceder a la educación, como tampoco a un empleo bien remunerado. A pesar de contar con un bono demográfico muy valioso, la realidad es que lo estamos desperdiciando al igual que la capacidad productiva y emprendedora de los jóvenes como agentes transformadores de nuestra sociedad.

Actualmente, el 26.5% de la población tiene entre 15 y 29 años de edad pero se enfrenta a una enorme barrera cuando tratan de incorporarse al mercado laboral; tan es así, que la tasa de desempleo en los jóvenes alcanza el doble respecto al promedio general, según indica el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Desafortunadamente, este dato no sólo abarca a los jóvenes que carecen de instrucción, sino también a los muchachos que cuentan con estudios universitarios: se estima que para el año 2020, el desempleo en egresados de educación superior llegará a tres millones de jóvenes.

Frente a este escenario, diversos especialistas lamentan que ya hemos perdido a una generación de mexicanos (los que nacieron en la década de los 80 del siglo pasado). Recordemos que cada día salen del país alrededor de 609 mexicanas y mexicanos, de los cuales el 40% son jóvenes; es decir, 250 de entre 15 y 24 años de edad, según datos del propio INEGI.

Las y los jóvenes están creciendo en un entorno hostil que les genera más inquietudes e incertidumbre que oportunidades; los mexicanos que tienen entre 12 y 29 años se sienten agobiados, fundamentalmente, por la inseguridad y la falta de oportunidades de empleo. En nuestro estado, la desocupación ocupa el primer lugar en el rango de las preocupaciones de nuestros jóvenes, a lo que le sigue la inseguridad, la pobreza, el aumento de precios, el narcotráfico, la corrupción y la salud.

A pesar de ello, este sector también es el que tiene más esperanzas en nuestro país y tienen fe en que tendrán mejores oportunidades para su desarrollo. No hay que perder de vista que miles y miles de jóvenes a diario cumplen con sus obligaciones de trabajo y luchan por salir adelante, al mismo tiempo de apoyar a sus familias.

Inclusive, desde el difícil terreno de la informalidad y el subempleo a que ha sido empujada, la juventud persevera para apuntalar a nuestra sociedad. No podemos defraudarlos y desperdiciar su talento, su fuerza creativa ni mucho menos su fe en el futuro.

Hay que abrirles paso en los espacios de decisión para que ellos sean los protagonistas del cambio que tanto requerimos. En este sentido, Estado y sociedad tenemos que plantear alternativas frente a la insuficiencia del esquema caduco de política social clientelar, asistencialista y electorero; lo que necesitamos es reorientar el carácter distributivo y productivo de la sociedad con un sentido incluyente, para que de una vez por todas, los jóvenes puedan ocupar el lugar que por derecho les corresponde en nuestro país y en Zacatecas.

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