Zacatecas seguro

CAMERINO ELEAZAR MÁRQUEZ MADRID *

Desde hace décadas escuchamos que en México la principal apuesta de los gobiernos federales y estatales es la educación. Tener una población educada, con un alto nivel de preparación, que acceda al empleo, reciba ingresos justos y dignos, cubra sus necesidades básicas y tenga tiempo de ocio es la mejor manera de lograr el desarrollo económico y social del país. ¡Rotundo fracaso hemos tenido!

Actualmente México y, por ende, Zacatecas vivimos en un ambiente de inseguridad, que estoy seguro, nuestros bisabuelos y abuelos jamás imaginaron que sucedería. Lejos, muy lejos, están quedando aquellos tiempos en que la gente se sentaba en las banquetas, afuera de sus casas y con las puertas abiertas; cuando dejaban a los niños en los parques o podían ir solos a la escuela. ¡Qué tiempos aquellos! dirían las personas mayores en remembranza de su época de juventud.

Traigo a colación este tema debido al reciente suceso que se registró en nuestro bello y querido estado. Ese acontecimiento que a nos indignó y nos afectó: el llamado “niño sicario”. Ese niño que desde los 11 años su mamá no sabía de él. De ese infante del que tuvimos conocimiento de su existencia cuando fue detenido con un grupo de la delincuencia organizada y confesó haber participado en por lo menos 10  homicidios. Ese niño al que dejaron libre porque le faltaban seis meses para cumplir los 14 años de edad y por lo tanto no era imputable. Ese niño que hoy está muerto, fue asesinado presuntamente por miembros de la banda rival.

No lo voy a justifica. Claro que no. Pero sí tenemos que reconocer que ese infante, como lamentablemente millones de ellos en el país, sufrió un triple abandono: de su familia, de las autoridades y de las leyes.

No concibo decir a una madre que no supo de su hijo durante aproximadamente dos años y no hizo nada para buscarlo. No entiendo, como el sistema educativo lo dejo ir sin ofrecerle una oportunidad a través de una beca. No admito cómo estando ya en el sistema de justicia se le deja libre, sin que pague por sus crímenes y a merced del grupo contrario. Ese era, para él, un final anunciado. Todos lo abandonaron.

El  caso de él es el de millones de niños y jóvenes en México. Ese es el ejército de delincuentes que desde hace años estamos creando, porque los estamos dejando en el abandono y ahora nos asustamos porque son cada vez más pequeños, porque son cada vez más mujeres, porque son cada vez más violentos los ilícitos y homicidios que cometen.

El problema de la inseguridad ya se nos desbordó. No hay prácticamente un día en el no escuchemos de un hecho violento en Zacatecas. Tenemos que detener esta situación, pero no lo haremos con más policías, de los que más de la mitad no pasan los exámenes de confianza, los corrompen o amenazan. No queremos más endeudamiento público para construir y mantener bases militares. No queremos que traigan más agentes federales ni castrenses. No queremos más niños ni jóvenes muertos o cometiendo ilícitos.

Ya vamos tarde y, sin embargo, todavía es el momento de cambiar las políticas públicas en materia de inseguridad. Queremos y necesitamos oportunidades para la juventud y la niñez en áreas como educación, autoempleo, desarrollo, salario, esparcimiento, respeto a los derechos humanos, cultura, deporte y salud, por referir algunos. Ahí es a donde tienen que irse los presupuestos.

Esa es la solución que encuentro y propongo para reconstruir el tejido social. Tenemos que darles a nuestros niños y jóvenes becas educativas, deportivas, oportunidades de empleo para quienes viven algún grado de pobreza, salarios para que los delincuentes no les paguen por delinquir, promover los valores y proteger sus derechos humanos.

Los padres y madres de familia también deben cumplir su parte, cuidar, formar y vigilar a sus hijos. Corregirlos, guiarlos y hacerlos hombres y mujeres de bien. No es un asunto moralista, es un asunto de compromiso social, de responsabilidad familiar y de autoridad.

La tarea no es fácil, pero si no comenzamos a hacerla desde ya, entonces estaremos condenados a un futuro negativo e incierto, que nadie  quiere.

*Representante del PRD ante el IFE.

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