Madres de Corazón

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Por Benny Díaz

Aguascalientes, Ags.- La mayoría de las mujeres al llegar a cierta edad les “suena” el reloj biológico y sienten la necesidad de ser madres. ¿Pero qué pasa cuando la naturaleza por diversas causas no da el regalo de la maternidad?, para la mayoría la primera opción es recurrir a la ciencia: inseminaciones artificiales, fecundaciones in vitro, vientres subrogados, donación de óvulos y en algunos países, como España e Italia, hasta adopción de embriones.

Son muy pocas las que tienen como primera opción la adopción porque la mayoría para sentirse “madres” desean cargar el producto en su vientre, darlo a luz y tenerlo desde el minuto uno en sus brazos.

A las madres adoptantes se les llama madres de corazón, porque ellas “gestan” ese hijo o hijos, no por nueve meses, sino por años. Una espera que no resulta nada fácil, es una montaña rusa de emociones y hay quienes prefieren rendirse en el camino antes de llegar a la meta.

Sin embargo, a pesar del tiempo que esas madres tienen para prepararse, hay quienes llegan a la adopción con una lista de requisitos que tiene que cubrir “su hijo”: la principal, es que sea recién nacido.

En México, el camino de la adopción no es nada fácil. Primero porque no hay muchos niños recién nacidos listos para adoptarse. Aunque hay instituciones que los otorgan con días o semanas de vida; como en Asociación Civil Vida y Familia (Vifac), las parejas tienen que cubrir perfiles como ser menores de 35 años, tener cinco años de casados, comprobante de infertilidad o esterilidad comprobada luego de un año de intentos fallidos, profesar la religión católica y tener una solvencia económica desahogada.

“Tenemos que estar perfectamente seguros de que el niño o la niña van a tener una familia que les brinde amor y todo lo necesario para que tenga una vida plena, que acuda a la escuela… en pocas palabras, una vida mejor que la que tuviera con su madre biológica”, dice en entrevista Mónica Ávila Storer, presidenta de dicha asociación.

En Vifac ayudan a mujeres embarazadas, sobre todo adolescentes, que por diversos motivos no pueden o no quieren tener a sus bebés con ellas; entonces revisan la lista de espera y se le otorga al que tenga el número siguiente.

La mayoría de las veces son de estados diferentes “para estar seguros de que si la madre vuelve a tener familia, en un futuro no se den encuentros entre hermanos y ni siquiera lo sepan que lo son”.

Este tipo de adopción es plena y legal, porque los padres adoptantes acuden a cursos de preparación al DIF, ya que de otra manera no se podrían hacer los trámites legales.

Otra de las vías es “por la libre”, buscar una mujer que quiera dar en adopción a su hijo y sin instituciones de por medio, sólo con comprobante del DIF, hacer el trámite ante el Juzgado Familiar.

Los Niños DIF

Sin embargo, en todo México existen los albergues del DIF en donde cada año llegan decenas de niños por abandono, maltrato, abuso sexual, entre muchas otras cosas terribles que impiden que los pequeños estén con las personas que les dieron la vida.

Aquí, por los trámites burocráticos, en donde primero se analiza a los padres, después a la familia extendida para ver si alguno puede y quiere quedarse con los menores es que se “liberan” a los niños, esto quiere decir que están listos para ser adoptados por otra familia.

Mientras se lleva todo este proceso pasa el tiempo, los niños crecen y cada día son menos las posibilidades que alguien quiera adoptarlos porque existen muchos tabúes respecto a tener hijos “mayores”, y por eso se entiende un niño de cinco años en adelante.

Son cientos de infantes que van de los 5 a los 11 años que están en espera de que alguien los quiera, los procuradores, psicólogos y asesores siempre preguntan a los candidatos a padres si “desean subir el rango de edad”, la mayoría de las veces es negativo.

“Las personas tienen un ideal y un anhelo de ser padres, pero a la vez tienen miedo de que esos niños “mayores” estén “maleados” y ya no cumplan con las expectativas que se tienen para los hijos, cómo deben comportarse, obedecer, en pocas palabras “hacerlos a su modo”, es lo que siempre nos dicen”, comenta René Fajardo, director y psicólogo del albergue del DIF Estatal.

Actualmente en este lugar hay 65 niños y niñas en espera de ser “liberados”, y cada día que pasa es menor la posibilidad de que encuentren una familia que los acoja y les brinde una vida mejor a las terribles experiencias que han tenido a su corta edad.

Cuando se acepta un hijo “mayor” los retos son muchos. El primer encuentro es vital para que surja la conexión entre los niños y los padres.

Esto lo explica René Fajardo: “Para comprender lo que el niño experimenta en este primer encuentro podemos imaginar que de repente nos trasladamos a un planeta desconocido. Allí no conocemos a nadie y todas las cosas son nuevas e increíblemente extrañas. En estas circunstancias nos gustaría tener a nuestro lado, alguien que nos quisiera y estuviera dispuesto a enseñarnos cómo sobrevivir y cómo ser plenamente feliz”.

La primera emoción que se experimenta en esta situación es una profunda sensación de soledad ; para paliarla, necesitaríamos alguien en quien creer que nos ofreciera un ambiente de confianza.

Los niños pequeños al crecer, desarrollan un sentido duradero de en qué medida el mundo es digno de confianza o desconfianza. Erikson, en su día, definió este concepto como «confianza básica», satisfacción de las necesidades básicas del niño por medio de la ternura, la comodidad y el alimento. El apego o vínculo afectivo se establece satisfaciendo la necesidad de caricias una adecuada alimentación e higiene y una óptima calidad de comunicación a través de gestos, sonrisas y vocalizaciones afectuosas.

Si este vínculo se establece, serán niños capaces de confiar en el futuro y establecer relaciones intimas satisfactorias; de lo contrario, predominará la desconfianza y verán el mundo como algo hostil y caótico y tendrán dificultades en sus relaciones interpersonales.

El Apego

El apego establece un modelo de relación que va a condicionar las relaciones futuras a lo largo de su vida. En un principio el niño muestra y reconoce preferir una persona específicamente, pero no rechaza a los desconocidos, luego comenzará a reaccionar ante las caras desconocidas y se manifestará con llantos y protestas y mostrará alegría cuando vuelve a ver a la persona por la que siente apego. En la evolución del apego, primero el niño debe sentir una fuerte dependencia para luego pasar a una saludable independencia, lo que le permitirá ser una persona autónoma con buenos lazos afectivos con otras personas.

Será capaz de independizarse por periodos cada vez más largos si la persona de apego demuestra ser confiable, es decir, ser predecible en todo momento y en cualquier situación, de lo contrario el comportamiento exploratorio tan necesario para el aprendizaje se paralizará por causa de la ansiedad.

El deseo de proximidad del niño se produce a través del tacto y el contacto físico como caricias y masajes; al mantener el contacto ocular con el niño se le transmitirá todo el amor que se siente por él, la admiración y una constante aprobación de su pequeño ser.

Un comportamiento consecuente y con sentido común ofrecerá al niño un mundo ordenado y previsible que le dará el poder de confiar en el otro y en sí mismo.

Unos padres que dependen de sus propias prioridades y del humor que tengan en cada momento para atender al niño le ofrecerán la sensación de vivir en un mundo incierto, caótico, de no ser entendido en sus demandas y generará inseguridad en si mismo y desconfianza sobre los demás.

También hay comportamientos que emiten señales de rechazo. En realidad, en la vida suele darse frecuentemente una mezcla de aceptación y rechazo. Pero si el niño percibe la indiferencia de las personas más importantes para él, como sus padres, desarrollará un apego inseguro. Esto se manifestara así:

Por un lado, el niño se «pega» a sus padres y no demuestra interés por explorar el mundo, convirtiéndose así en un tipo de dependencia ansiosa que va a permanecer en el futuro como un rasgo de su carácter obstaculizando su desenvolvimiento autónomo.

Por otro lado el niño puede demostrar indiferencia a la presencia y ausencia de sus padres. En este caso también tendrá una pobre conducta exploratoria, se convertirá en una persona solitaria que evitará relacionarse o establecer intimidad con otras personas.

Todas estas contrariedades pueden influir en su aprendizaje y su evolución general. Lo recomendable sería establecer una dependencia saludable como un paso intermedio hacia la independencia.

Todos aquellos niños que han experimentado en las primeras etapas de su vida grandes carencias afectivas, como en caso de adopción, se aconseja que puedan recorrer el camino perdido reparando aquellas carencias que en su día no recibieron.

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