Los viajes de Ebrard

GABRIELA CUEVAS *

Quienes han ocupado la jefatura de Gobierno del Distrito Federal no han tenido claridad respecto de una política de relaciones con gobiernos de otros países o con organizaciones internacionales. El caso más lamentable fue el de Andrés Manuel López Obrador, quien simplemente no salió del país, probablemente porque pensaría que eso implicaba traicionar a Juárez o que lo equipararía con Santa Anna.

Marcelo Ebrard, por su parte, ha provocado ocasiones que le han permitido visitar distintos países, bajo el argumento que tales viajes traerían beneficios a la ciudad y a los capitalinos. ¿Ha habido tales beneficios?

No; si acaso, los que se han logrado son nimios o de beneficio estrictamente personal, como su vinculación con las Naciones Unidas para asumir la representación de un órgano de estudio para mejorar la calidad de vida en las ciudades del mundo.

Por ejemplo, en 2009 Marcelo Ebrard realizó un viaje a la ciudad de Washington, D.C., en los Estados Unidos de América, para presentar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el diagnóstico y programa que en esa materia aplica su administración. Ni cómo ayudarlo. Ya hace algunas semanas presentamos en esta columna el discurso vacuo del jefe de Gobierno del Distrito Federal en lo que concierne a los derechos humanos, donde la tortura, las violaciones constantes a las garantías judiciales, redes de trata de reas al interior de reclusorios y otras prácticas atentatorias de los derechos humanos son una constante en su gobierno.

En 2006, en su calidad de jefe de gobierno electo, Ebrard acudió a China, invitado por el gobierno de aquel país y el viaje fue financiado por la empresa estatal china Sinosure. Esa relación pretendió cobrar réditos en los negocios, cuando la administración capitalina pretendió comprar vagones chinos a Norinco, empresa china, con financiamiento de Deutsche Bank México y la intervención del Bank of China. Uno de los problemas de esta transacción es que los vagones que querían comprar tenían características distintas a los que se utilizan en esta ciudad.

Y podríamos seguir con ejemplos sobre los nimios resultados o fines personales que han arrojado los viajes del jefe de gobierno al extranjero.

Seguramente habrá quien justifique todos esos viajes con los reconocimientos que en algunos de ellos recibió el jefe de Gobierno por alguna política o programa que desarrolla en un tema particular. Pero esa proposición parte de la premisa falsa de confundir al titular del cargo con la sociedad misma. Los beneficios que reporta un premio son sólo para quien los gana, salvo que se trate de un premio para la sociedad, como pudiera ser una declaratoria de valor universal a la comida mexicana, o a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Es por ello que resulta necesario establecer controles a los viajes que realizan los gobernantes del país. En lo que se refiere al presidente de la República, el artículo 68 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos lo obliga a rendir informes de sus viajes al Senado de la República precisamente sobre los resultados que arrojan los viajes que realiza al exterior, pues debe recordarse que el Senado interviene en el control de la política exterior.

Lo mismo debe suceder con los gobernantes locales: deben informar tanto a los órganos legislativos de sus entidades por lo que se refiere a la rendición de cuentas del erario público que se utiliza en los viajes, como al Senado de la República por lo que se refiere a los compromisos que los gobernantes adquieren con otros gobiernos.

Sólo en un esquema objetivo, transparente y con bases legales podemos continuar el perfeccionamiento de nuestras instituciones hacia una cultura de rendición de cuentas y de consolidación del Estado democrático de Derecho en nuestro país.

* Senadora

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