Los jóvenes y su fuerza renovadora retoman las calles

LUIS GERARDO ROMO FONSECA *

Nuestro país tiene una población más joven que la mayoría de sus pares en América Latina, con una media de edad de 27 años; en Brasil es de alrededor de 29 años, pero el país sudamericano ha hecho un mejor trabajo en depurar su sistema educativo y en la reducción del desempleo entre los jóvenes desde la crisis financiera global. En la década pasada, la tasa de jóvenes sin empleo en México se duplicó a casi el 10.3%, según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Actualmente, esta desocupación juvenil es de un 12.7% -el doble de la que se registra entre la población en general-, además se estima que 6.4 millones de jóvenes han perdido la esperanza de encontrar una fuente de trabajo y, peor aún, los que cuentan con preparación académica son el sector más afectado por el desempleo.

Como ya he señalado anteriormente, es lamentable que se dilapide esta oportunidad excepcional para generar riqueza y prosperidad, al no aprovechar las ventajas que la dinámica demográfica nos brinda; a la fecha, las tasas de marginación son alarmantes con alrededor de la mitad de los mexicanos entre 15 y 19 años sin empleo y sin acceso a la educación, según lo confirma un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En este sentido, resulta evidente el riesgo de no aprovechar el “Bono Demográfico” (58.3% de la población de 14 años y más económicamente activa) y, por el contrario, que se convierta en un “déficit demográfico” por la falta de oportunidades.

Ante este escenario adverso, muchos jóvenes han manifestado su hartazgo contra la degradación de la política, lo mismo que su poca credibilidad en clase gobernante por su incapacidad de no ofrecerles soluciones a sus necesidades más apremiantes. Sin embargo, contrario a lo que se cree, los jóvenes sí tienen interés en la política y en los asuntos públicos, pese a que estén convencidos que los actores y partidos políticos no están a la altura de su responsabilidad. Así lo confirma la octava edición de la Encuesta Nacional Gobierno, Sociedad y Política de Gabinete de Comunicación Estratégica, dada a conocer en marzo pasado.

Este fin de semana, fuimos testigos de la forma en que los jóvenes alzaron la voz y se hicieron presentes como una gran fuerza renovadora en el país: el sábado, en un episodio inédito en México, estudiantes de diversas universidades privadas, en especial de la Universidad Iberoamericana (UIA) y del Instituto Tecnológico Autónomo de México  (ITAM), aprovechando el poder de las redes sociales, convocaron a una multitudinaria marcha en protesta contra la candidatura presidencial de Enrique Peña Nieto y a una posible regresión autoritaria. Jóvenes y ciudadanía en general, marcharon en varias ciudades para expresar su indignación por la manipulación de las televisoras, en acuerdo con la cúpula de la campaña del candidato priísta. Paradójicamente, estudiantes de la Ibero y de otras universidades privadas de élite: la Anáhuac, La Salle, el Tecnológico de Monterrey y el Autónomo de México, entre  otros, exigieron una cobertura informativa equitativa y profesional en torno a las campañas electorales. Así mismo, los jóvenes también se pronunciaron por la profundización de los procesos democráticos en México y exigieron al Estado mexicano que cumpla con su obligación de brindar alternativas y oportunidades para que el aporte de los jóvenes, no sea desperdiciado.

A final de cuentas, los estudiantes dejaron muy en claro que repudian algunas prácticas autoritarias que se han registrado en el presente proceso electoral, entre las que podemos destacar: la mencionada postura sesgada de las grandes televisoras en apoyo de un candidato en particular y el subsecuente discurso descalificador contra quien disiente de él; tal como el esgrimido contra los estudiantes de la Universidad Iberoamericana, al señalar que su iniciativa espontánea, se había tratado de una manipulación de jóvenes por parte de grupos izquierdistas que los estaban “azuzando” en función de sus propios objetivos político-electorales.

En la concentración que en la capital del país comenzó en el Zócalo y que a lo largo de su recorrido logró aglutinar a más de 46,000 personas, según lo informó la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México, los participantes rechazaron la aparición de episodios represivos como los que se registraron en Córdoba, Veracruz y en algunos otros lugares del país; donde opositores al candidato priísta han sido agredidos físicamente. Los jóvenes  también dirigieron sus consignas contra los hechos represivos ocurridos en San Salvador Atenco, donde las fuerzas policiales del Estado de México cometieron una serie de atropellos y vejaciones contra la población, sobre todo, por las mujeres que fueron vejadas; cuando el hoy candidato del PRI a la Presidencia de la República, era gobernador del Estado de México.

Finalmente, los jóvenes tienen muchos motivos para manifestar su inconformidad ante un orden de cosas en el país que les resulta abiertamente adverso, pero también están convencidos de lo que su gran capacidad creadora y constructiva puede aportar al país. Su llamado a no abandonar la aspiración de consolidar una democracia sólida en México, como vía para generar oportunidades para todos y eliminar la pobreza y el desempleo, no debe ser desatendido; los jóvenes quieren vivir en un país de leyes, de justicia y de bienestar. Razón por la cual, más allá de la preferencia política de cada uno de ellos, de su posición socio-económica, las consignas, reclamos y reivindicaciones democráticas están plenamente justificadas: como lo dijo el rector de la UNAM, José Narro Robles: “en los jóvenes universitarios más vale la protesta indignada y esperanzada que el silencio sumiso que pudiera interpretarse como aceptación de todas las mentiras y traiciones que se han acumulado en el país”.

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