¿Qué tan injusto es el mundo?

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Se habla tanto de pobreza y desigualdad en las aulas; corre tanta tinta con esas palabras; hay tantos discursos que evocan a esos problemas, que casi nos acostumbramos.

Es más. El tema termina hartando, cansando; termina pareciendo poco relevante. Es el efecto de la demagogia, pero también el de la levedad.

El de nuestra insoportable levedad frente a la miseria. Frente a la de los que son miserables materialmente, y quienes lo son mental y espiritualmente.

¿Es tanta la desigualdad? ¿Es tanta la injusticia?

Sí. Es tanta que no la podemos tolerar.

El ingreso per cápita en Liberia es de 373 dólares al año. El 10% más pobre de los mexicanos, que de por sí está en condiciones de pobreza extrema, tiene una renta 4 veces mayor que esa. El promedio de los mexicanos gana 40 veces más y el promedio de los noruegos 150 veces más.

Un habitante promedio del Congo percibe, a lo largo de 20 años, lo que gana un regidor de los municipios de Guadalupe, Zacatecas o Fresnillo.

Pero además de una vida por demás indigna, la pobreza es castigada de otras formas. Fundamentalmente, la penal.

En Estados Unidos, por ejemplo, mientras los afroamericanos representan el 12.2% de la población total de dicho país, son el 38.2% de la población penitenciaria. Al mismo tiempo, el promedio de los condenados a muerte pertenece al decil de menor ingreso (el 10% más pobre).

En la India, por ejemplo, hay más de 11 millones de niños que viven en la calle. Once millones de seres humanos cuya vida no tiene por qué tener un valor distinto al de nuestros sobrinos, nietos, hijos, primos o hermanos.

Según la UNICEF, una quinta parte de los niños en el mundo (más de 120 millones) no asisten a la escuela. El 60% de esos niños son mujeres. Una de cuatro niñas que ingresa a la primaria, en todo el planeta, nunca la concluye.

El número de personas que viven con menos de 15 pesos al día se incrementó en 44 millones durante el último año. Son alrededor de 1,200 millones de seres humanos que, en todo un año, no tienen para gastar para su sobrevivencia siquiera el costo de un iPhone.

A esto hay que sumarle que la crisis alimentaria del último año ha derivado en un incremento de los alimentos del 26%, según estimaciones del Banco Mundial.

Si usted viviera con 40 dólares al mes, ¿Cómo le caería que el costo de sus alimentos aumentara en más de un 30%? Esa es la realidad de uno de cada 5 habitantes de nuestro planeta.

No hay evidencia empírica de que antes las cosas marcharan mejor. La alfabetización, la esperanza de vida y hasta la ayuda humanitaria han tenido una evolución positiva.

Pero la desigualdad, la miseria y la injusticia son un problema que no debiera minimizarse simplemente porque se insista en el tema.

Los que escribimos en los periódicos nos burlamos de que un precandidato presidencial defina como “bienestar” vivir con 6,000 pesos al mes.

Cuatro mil millones de seres humanos, cincuenta millones de mexicanos y prácticamente la totalidad de los habitantes de más de cincuenta países, firmarían a ciegas un contrato que les garantizara vivir así.

Los ciudadanos del mundo no podemos sentirnos orgullosos de ser lo que hoy somos.

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