El PRD en su encrucijada

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A nivel nacional, este fin de semana resultó muy negativo para el PRD al imponerse la lógica sectaria y de confrontación entre los grupos y corrientes que conforman nuestro partido.

A causa de los desacuerdos y enfrentamientos suscitados este domingo, el proceso de renovación de consejeros electorales se suspendió en varios estados de la República y se pospusieron para la próxima semana, por considerar que no existían condiciones para efectuar las elecciones de manera imparcial.

Con la toma de las instalaciones donde se resguardaba el material electoral que se utilizaría en la jornada prevista para el día de ayer por parte de un centenar de militantes, ésta tuvo que suspenderse en la Ciudad de México, Veracruz, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Nuevo León, Durango, Tamaulipas, Tabasco, Chiapas, Zacatecas, Jalisco, Guerrero e Hidalgo; luego de que fuera imposible instalar las urnas y repartir la papelería electoral.

De esta forma, en esta jornada, hubo conflictos en 15 estados del país y nuestras corrientes internas no lograron coincidir ni siquiera respecto al número de estados donde el proceso fue nulo.

Resulta verdaderamente lamentable que al interior de nuestro partido, hayan aflorado las disputas cupulares entre las dos corrientes dominantes en el PRD, bajo una serie de acusaciones mutuas en el sentido de obstaculizar la entrega de los paquetes y la regularización de los procesos de manera directa en las casillas. Grave error: debe quedar claro que con las divisiones, todo mundo sale perjudicado y nadie ganamos; tenemos que asumir un firme compromiso con nuestra militancia e interiorizar la idea de que por más que existan dificultades entre las corrientes, los ideales y la viabilidad del partido tienen que ser la prioridad de todos.

Demandamos construir la unidad del partido en torno al proyecto de nación incluyente que representamos. No podemos desgarrarnos en luchas estériles por pequeños cotos de poder, sacrificando la estabilidad del PRD como plataforma común, ahora que el país está sumido en una profunda crisis en diversos ámbitos y cuando el gobierno federal continúa exhibiendo su ineficacia, su perfil neoliberal y su sentido excluyente, paralelamente a la cotidianeidad de los casos de corrupción priísta.

Contrario a lo sucedido este fin de semana, en nuestros procesos internos debe de privar el debate de ideas, la competencia civilizada, la generosidad y la madurez para reconocer las derrotas ante los compañeros que obtengan los triunfos. La lucha entre facciones ha dañado severamente a nuestro partido: tenemos que construir una verdadera plataforma y cambiar nuestra conformación endeble a base de tribus; que únicamente prolonga dinámicas sectarias y nos conduce a la fragmentación.

Requerimos de la unidad más allá de los acuerdos coyunturales y cosméticos entre corrientes: la democratización interna es la única solución posible para evitar la dispersión definitiva de nuestro partido y alcanzar la cohesión a partir de estrechar nuestros vínculos con la sociedad; ser un espacio receptor y promotor de las luchas sociales y las demandas populares.

Nuestra fortaleza, deberá ser la unidad y la organización, inevitablemente debemos recuperar y dar vigencia a los principios y los ideales que dieron origen al PRD.

Mucha gente ha trabajado duro por el partido y les estamos fallando, porque el PRD es mucho más que las corrientes y sus notables; ahora, todos somos culpables de este lamentable episodio de ayer: chuchos, IDN, ADN, Foro Nuevo Sol etc.

La militancia del partido tiene que hacer sentir su peso, poner en su lugar y dejar de ser rehén de la dirigencia del partido: la heterogeneidad y las visiones encontradas deben conciliarse a partir del interés general y de lo que nos une y no de lo que nos divide; si no somos capaces de recuperar la fisonomía democrática e integradora que nos dieron origen como partido, el colapso y la ruptura serán inevitables.

Las dos concepciones de la izquierda contrapuestas y permanentemente confrontadas en el PRD, tienen la enorme responsabilidad de juntas, construir una opción de futuro para las izquierdas del país. Demos muestra de que nos importa más México y el partido que nuestros intereses particulares; de lo contrario, habiendo sido un partido heroico y constructor de instituciones democráticas, el PRD terminará desintegrándose por sus propias contradicciones y vicios.

Ahora estamos ante el gran reto de elegir a un candidato presidencial que pueda unificar al partido y a las demás fuerzas progresistas y de la izquierda mexicana, a efecto de ganar la Presidencia de la República y construir un proyecto de vocación social y democrática, incluyente e integrador para el país.

Si no atendemos la lección de ayer, todos los esfuerzos que hagamos por lograr la unidad serán insuficientes y nos resultará imposible erigirnos como la plataforma política que sume a los sectores de la sociedad que aún ven en el Partido de la Revolución Democrática, la única esperanza de cambio político verdadero en México.

Es la última llamada para que en adelante, ninguna medición de fuerza interna esté por encima de los intereses del partido y de los intereses superiores de la nación; tendremos que impulsar un proceso de discusión, de enriquecimiento de iniciativas de organización, de lucha y de innovación en la búsqueda de edificar un gran proyecto de nación que sepulte la posibilidad de una regresión autoritaria y la permanencia del modelo neoliberal en México.

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