Sufren robo, lo platican y los matan

Reforma.- El asesinato de cinco jóvenes, un ex militar y una señora, ocurrido el pasado 27 de marzo, estuvo precedido de hechos de violencia y amenazas de presuntos policías ministeriales.
Diez días antes de ser asesinados los jóvenes Gabriel Alejo y Luis Antonio Romero Jaimes habrían sido asaltados por sujetos que dijeron ser policías ministeriales. Los agresores amenazaron a los jóvenes que si denunciaban ante la autoridad, serían asesinados.
Cinco hombres, con ropas oscuras, pistolas y armas largas, los golpearon, les quitaron sus celulares, carteras y camisas. Los arrodillaron y amenazaron.
«Ayúdame Dios mío, dame una oportunidad», suplicó uno de los jóvenes ante la incertidumbre de lo que le ocurría, ante el temor de morir, según contó uno de sus familiares que conoció del asalto.
Gabo, un comerciante que vendía juguetes de colección en el centro comercial Galerías, y Luis Antonio, quien se desempeñaba como diseñador, eran vecinos en la Colonia Delicias. Con dos muchachos más integraban un sólido grupo de amigos desde la infancia: Julio, hermano de Luis, y Juan Francisco Sicilia, hijo del poeta Javier Sicilia y empleado en un centro de cardiología de Cuernavaca.
Tras el asalto, Luis Antonio decidió pedir ayuda a su tío Álvaro, un ex militar. El domingo 27 se reunió con él en el restaurante «La Rana Cruda» de Cuernavaca.
Al lugar acudió la hermana del militar y mamá de Luis; su hermano Julio, Francisco Sicilia y Gabo. Comieron y siguieron en la plática hasta tarde; la madre de Luis y Julio se retiró, y los dejó en la sobremesa.
A las 9 de la noche del domingo, Julio le llamó a su novia para decirle que estaban en un botanero de mariscos, y que de ahí se irían a un minisúper para comprar botanas y cervezas y «seguirle» en su casa.
Alrededor de las 11 de la noche, los hermanos Julio y Luis se comunicaron con su mamá, a quien le dijeron que ya iban de regreso.
A la mañana siguiente las familias, cuyas casas coinciden en la misma cuadra, amanecieron sin sus hijos.
La madre del joven Sicilia intentó poner una denuncia por desaparición ante la PGJE, pero no lo logró, debido a que no habían pasado las 72 horas reglamentarias que exige la ley. Aún así, dejó el nombre de su hijo registrado ante las autoridades.
Al paso de las horas, las madres de familia intentaban localizarlos por teléfono, con los amigos. Hasta que la mamá del joven Sicilia recibió una llamada de la Procuraduría local, pidiéndole que acudiera a las oficinas.
«Lo que ocurrió no lo podemos decir por teléfono», le dijeron. Con las mamás de Gabriel y los hermanos Romero Jaimes se dirigieron a las oficinas con la idea de que quizá los jóvenes habrían sido detenidos por alguna falta administrativa.
«Encontramos un automóvil con siete cuerpos», les dijeron. Las mujeres pensaron que se trataba de un accidente. Permanecieron en las oficinas hasta que les mostraron tres identificaciones: la de Julio, Juan Francisco y el señor Álvaro. Luis y Gabriel las habían perdido en el asalto. Sin decirles aún que los jóvenes fueron asesinados, intentaron ofrecerles apoyo emocional.
Después de la muerte de los jóvenes aparecieron diferentes mensajes de presuntos grupos criminales. Uno, supuestamente estaba al lado de los cuerpos, según informó la PGJE, y era una una cartulina que amenazaba a dos militares y firmaba «CDG».
El mismo lunes por la noche, según registró la prensa local, dos mensajes aparecieron en la Colonia El Polvorín y en el parque Cri-Cri, en las cuales «CDG» se deslindaba del homicidio de las siete personas, así como de amenazas a militares. En el mensaje se refería tener ubicados a los responsables.
Diarios locales registraron que el miércoles por la mañana, entre las 5:30 y las 8:00 horas dos mensajes más aparecieron en el puente de Tabachines y la Avenida Vicente Guerrero, firmados por «CPS» que también se deslindaba del multihomicidio.
En su boletín número 098, la Procuraduría local dio a conocer que según familiares que reconocieron los cuerpos, Juan Francisco y Jesús Chávez, otro de los jóvenes que apareció muerto en el auto, eran amigos, pero no conocían al resto de las personas asesinadas.
Esta afirmación causó asombro en vecinos y compañeros de escuelas de los jóvenes asesinados. Una vecina refiere que los vio crecer juntos y reunirse en el parque o en sus casas.
Un compañero escolar de Julio dijo que cuando acudía a su casa constantemente se encontraba ahí a Juan Francisco Sicilia.
Para los amigos de las familias es lamentable la posición de la Procuraduría, pues consideran que busca aparentar que el crimen fue por «ajustes de cuentas», para sacudirse la responsabilidad de procurar justicia.
Una semana después del multihomicidio los autos de Francisco Sicilia y de Álvaro Jaimes Avelar no han sido ubicados por las autoridades.
La Procuraduría estatal informó que ha girado órdenes de aprehensión contra «ex funcionarios» que estarían implicados en el crimen.
Según las fuentes oficiales, una semana antes del multihomicidio se registró una pelea entre jóvenes, en la que participaron los hermanos Julio César y Luis Antonio Romero Jaimes, dos de los siete asesinados la madrugada del lunes.
En esa riña, según las fuentes policiacas, los dos jóvenes pidieron ayuda a su tío Álvaro Jaimes Avelar, quien se desempeñaba como guardaespaldas y era ex militar que vivía en el municipio de Temixco, Morelos.
La información proporcionada por las fuentes de la Procuraduría estatal, indica que Álvaro trabajaba como escolta al servicio de un empresario dueño de un laboratorio legalmente establecido en el que se dedican a la fabricación de precursores químicos, como acetona.
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