¿Qué pasó realmente el Viernes Santo?

Han transcurrido ocho días de aquella huída desordenada en plena Procesión del Silencio del Viernes Santo y el tema continúa vigente, por la circunstancia de que una contingencia de esta naturaleza nunca se había presentado en nuestra ciudad. Este incidente, afortunadamente sin consecuencias graves, se politizó de inmediato.  
Los lamentables acontecimientos ocurridos pusieron de relieve una realidad en Zacatecas: los responsables de garantizar la seguridad ese día y la sociedad misma no están preparados para afrontar situaciones críticas como la que a continuación detallamos.
Negar a estas alturas que, tanto la autoridad encargada del operativo (Protección Civil y Secretaría de Seguridad Pública) como la gente que acudió a ver la tradicional procesión, mostró miedo e ignorancia, es engañarnos a nosotros mismos. Ambos –autoridades y asistentes al evento– fueron rebasados; debemos admitirlo para que la historia no se repita.
Un paréntesis: sobre el particular, se pronunciaron los partidos políticos PRI y PAN exigieron al gobierno un protocolo para contingencias. En tanto que, el diputado del PT Benjamín Medrano pidió la renuncia de los funcionarios de Protección Civil, aunque con argumentos poco sólidos.
Afortunadamente la situación crítica que se vivió, producida por el rumor de una presunta balacera no terminó en tragedia, pero tampoco estuvimos lejos de ella, como ha ocurrido en otras entidades de nuestro país y del mundo –discotecas, palenques, estadios, festividades artísticas y cívicas, etc.–. Quienes fuimos testigos presenciales de ese evento sabemos perfectamente que no faltamos a la palabra, tampoco exageramos.
Faltó criterio y oficio a la autoridad responsable del operativo para controlar a la gente y mantener la calma, esa es la realidad que hoy debemos poner en el centro del debate. Necesariamente deben surgir también propuestas de solución para hacer frente a otra situación de esta naturaleza que pudiera presentarse.
Pero, ¿qué fue lo que ocurrió verdaderamente? Hasta hoy día decenas de conjeturas se formulan en los centros de reunión habituales de las y los zacatecanos; sin embargo, lo que es innegable fue que un problema nos condujo a otros.
Insisto, la autoridad responsable de salvaguardar la seguridad fue rebasada por los acontecimientos. Los agentes de la policía tuvieron una reacción desmesurada –desenfundando sus armas, corriendo hacia el lugar de donde procedían los ruidos inusitados–. Por otro lado, los asistentes al acto se descontrolaron ante el rumor que había una balacera, por ahí en algún punto cercano a donde se unen las calles Genaro Codina y Fernando Villalpando.
Debemos admitir que esta conducta es consecuencia de la psicosis que hay, derivada de otros actos que han penetrado profundo en la conciencia de todos los mexicanos. Recordemos, nada más por poner un ejemplo, los acontecimientos de Michoacán en aquel fatídico Grito de Independencia. No se pueden ocultar los altos índices de inseguridad que hay en el país entero. En suma, los asistentes al acto optaron por protegerse según sus inmediatos impulsos, ocasionando la histérica desbandada que dejó como saldo: una veintena de mujeres con crisis nerviosa, gritos, cuatro niños extraviados luego encontrados, confusión y pánico.
Muchos mejor optaron por regresar a sus casas. Los cientos de turistas no entendían lo que estaba ocurriendo; sin embargo, al día siguiente no pocos abandonaron la ciudad cuando su salida estaba programada para el lunes 25.
¿Pero hubo o no balacera? En mi opinión no. Pero sí detonaciones producidas por alguien en algún punto de las calles mencionadas. ¿Quién ocasionó los estallidos? La autoridad debe saberlo ya.
Aquí las versiones que han surgido:
Reproducimos  las principales que han circulado en relación con esos acontecimientos. Algunas son contradictorias, aun entre quienes estaban ubicados muy cerca de los hechos:
a) que hubo una balacera a la altura de las calles Genaro Codina y Fernando Villalpando;
b) que se suscitó un pleito entre dos grupos de jóvenes que provocó pánico entre las personas;
c) que otros jóvenes prendieron y detonaron unas “palomitas” y de ahí la reacción;
d) que se cayó una imagen alumbrada con varios focos que explotaron (esto sí ocurrió);
e) que un grupo de policías sobrerreaccionó ante lo anterior, alarmando a la gente;
f) que, efectivamente, una persona hizo disparos al aire, “pero no con el  fin de asustar”; y,
g) que todo este desaguisado fue planeado deliberadamente con el propósito de provocar alarma, sembrar el desorden y desprestigiar al gobierno.
Hay  otras hipótesis más que rayan en lo absurdo y descabellado.
La postura oficial
Por lo pronto, el propio Obispo de la Diócesis de Zacatecas Carlos Cabrero Romero ha reconocido que faltó organización en la Procesión del Silencio. El jerarca de la iglesia admitió que el miedo por la inseguridad “está a flor de piel”; de ahí la reacción en varios puntos de la ciudad.
Los momentos de crisis que se vivieron, obligaron personalmente al gobernador Miguel Alonso Reyes a explicar a un grupo de compañeros comunicadores la realidad de las cosas, realidad que hasta hoy día a mucha gente no termina por convencer. Llamó la atención que en está ocasión no haya salido el vocero Mario Alberto Caballero Ramírez a fijar la posición oficial.
Hasta lo que conocemos, el vocero se tomó algunos días de asueto y no se encontraba en Zacatecas de ahí que el jefe del Ejecutivo haya atendido las preguntas de la prensa y de la sociedad misma.
Finalmente y, a manera de propuesta, creo que además de un protocolo ciudadano para contingencias, crisis, emergencias, sería deseable que en  la Secretaría de Educación y Cultura se hagan simulacros sobre la manera de actuar ante situaciones críticas, es decir, es momento de adiestrar sobre la forma de comportarse en caso de tragedias naturales y situaciones críticas en eventos masivos.
Así, las nuevas generaciones sabrán a temprana edad cómo reaccionar y qué hacer ante situaciones como la del Viernes Santo. ¿No cree usted? Claro además de otras acciones.
Para el anecdotario:
1) Por si nuestros problemas fueran pocos, otra vez, las autoridades del estado de Aguascalientes han emprendido una campaña de desprestigio contra Zacatecas. Han pedido a sus habitantes no viajar a nuestra entidad. Y los zacatecanos que van a esa ciudad o que tienen que transitar por ahí de paso obligado para ir a otros lugares son hostigados hasta por los agentes de tránsito. El Congreso del Estado de de Aguascalientes ha procedido de la misma manera.
Lo más probable es que el gobernante zacatecano Miguel Alonso, en estos días levante la voz de manera enérgica para restablecer el respeto entre estados vecinos. ¿No se supone que su homólogo Carlos Lozano de la Torre es amigo de Zacatecas y, en particular, de este gobierno? Además, no es de gente agradecida, que el actual gobernador de aquella entidad, quien por cierto trabajó y vivió muy bien en nuestra tierra, hasta con demasiados privilegios esté permitiendo una campaña sucia. No se vale.
2) Y para el colmo de los males, el Departamento de Estado Americano recomendó a sus ciudadanos no viajar a 10 estados de nuestro país, entre ellos, Zacatecas, precisamente, por los índices de inseguridad. Sin dejar de reconocer que hay problemas, considero que los “gringos” se excedieron en su recomendación.
3) De acuerdo con las cifras oficiales, en los días santos la ocupación hotelera estuvo cercana al 65% lo que dejó una derrama económica muy próxima a los 30 millones de pesos. Habrá que decir que los resultados presentados hasta el primer corte que se dio el lunes eran los proyectados. No sorprenden pues. Por cierto, se rumora que quien vive sus últimos días al frente de la Secretaría de Turismo es Carlos Puente Salas.
Es mi opinión.
Periodista (*)
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