La fuerza sin ley se llama barbarie: Esaú Hernández

Es cierta esa verdad popular de que cuando los hombres pequeños llegan al poder, aunque sea mínimo, se suben a un tabique y les da vértigo de altura. Contra eso se empeña día tras día el gobernador Miguel Alonso, un hombre de mente sana, serio, bien preparado, que está dispuesto a construir, con su ejemplo, un modelo a seguir para los zacatecanos.
Afirmó Esaú Hernández Herrera, secretario general de gobierno, durante el homenaje que autoridades civiles y militares le rindieron el Gral. J. Jesús González Ortega, al pie de su monumento ecuestre, al cumplirse 130 años de su fallecimiento.
El servidor público estatal destacó la vida, trayectoria y ejemplo del prohombre zacatecano nacido en San Mateo, Valparaíso. Recordó que la victoria de González Ortega en Calpulalpan contra los conservadores terminó con la Guerra de Reforma, también llamada de Tres Años, batalla —dijo— que llenó de gloria al zacatecano homenajeado.
La victoria de González Ortega —afirmó— dio paso al retornó triunfante de Juárez a la Ciudad de México en enero de 1861, y significó la derrota definitiva del partido conservador, hecho histórico que selló el triunfo de una revolución de principios: la Guerra de Reforma tuvo como consecuencia la separación de la Iglesia y del Estado; la libertad de conciencia y, la posibilidad de que en México se diera una nueva época en la política, la economía y la cultura.

Luego, Hernández Herrera se preguntó: ¿Estaría satisfecha la generación de la Reforma con el México de nuestros días?, y dijo estar completamente seguro de que no, no porque en nuestra forma de ser no se ha arraigado la cultura del respeto a la Constitución y a las leyes que de ella se derivan, como el único camino para alcanzar el progreso y la paz.

Estoy seguro que no, porque el gobierno mexicano en sus niveles federal, estatales y municipales, no han logrado aún tener corporaciones policiales con las cualidades necesarias para hacer que prevalezca el imperio de la ley, aseveró más adelante el orador.
“Recordemos que la ley sin el apoyo de la fuerza es utopía, y que a fuerza sin ley se llama barbarie”. Estoy seguro —subrayó— que para la memoria de los hombres de la Reforma y para la de González Ortega, no es motivo de orgullo que la conducción de mexicanos esté frecuentemente marcada por la ineficiencia y la corrupción, flagelos que parecieran ser naturales en gobiernos de todos los signos partidistas.
Y, lo peor, la sociedad no es ajena a esas conductas, nuestro pasado colonial está presente con una vitalidad que inquieta, se repite otra vez la verdad de que no hemos aprendido suficientemente la lección de los liberales de la Reforma, añadió.
Frente a la grandeza de espíritu —consideró—, a la rectitud de conducta de los liberales de la Reforma, a su lucidez formidable, con frecuencia en el quehacer gubernamental ofrecemos ejemplos llenos de vanidad, de codicia, de pequeñez de alma.

De ahí, la necesidad de reconstruir nuestra cultura, el ejemplo está ahí, en hombres como el general J. Jesús González Ortega. Es preciso comprender que sólo con una buena ley y una ciega obediencia a ella, prevalecerán los derechos verdaderos, la justicia, la igualdad, la libertad, la paz.

Es preciso tener fe en que, por difíciles que sean nuestros tiempos, pueden ser restablecidos los ensueños de la patria, que el ejemplo de los menos sea tan grandioso que arrastre a los demás. Es una gran verdad —agregó— que son precisamente los servidores públicos los primeros obligados a ofrecerlo.
González Ortega fue un zacatecano fuera de lo común, un hombre de letras y de armas; un soñador, un hombre que tuvo fe en sus ideales y que hizo todo lo que estuvo a su alcance para realizarlos, animado de una gran esperanza, de que su pueblo pudiera vivir en un país del que sintieran orgullo todos los que estuvieran bajo este cielo, puntualizó el secretario general de gobierno.
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