1098 días. Nos faltan 43
JOSÉ NARRO CÉSPEDES
Hoy, ya han pasado 3 años, 36 meses, 1,097 días desde que, en la madrugada del 26 de septiembre del 2014, desaparecieran 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, y en este momento, ante el silencio gubernamental a que se les convocó normalistas, ante las caminatas luctuosas, la indignación, el reclamo a un Estado, culpable y al menos indolente, hoy, nada es más conveniente que un Terremoto.
Y es que la desgracia natural, borró del mapa el aniversario de la lucha por la presentación con vida de los normalistas, sin embargo, en medio de la tragedia provocada por los sismos recientes, normalistas de Ayotzinapa y familiares de los 43 estudiantes desaparecidos han salido a las calles para socorrer a la población afectada.
Y hoy, los padres de los estudiantes desaparecidos tienen la misma respuesta que hace un año, que hace dos años, que el día siguiente de que sus hijos no regresaron a casa. Un silencio cómplice. Una estrategia que busca dilatar la búsqueda hasta que el olvido llegue a una sociedad acostumbrada a olvidar.
Pero el silencio se ha convertido en rabia, en acción de miles de mexicanos que desde las calles y desde las redes sociales, gritan en busca de justicia, porque esos 43 representan el miedo a un país donde desaparecer sin explicación alguna, sin culpables, sin castigo, puede suceder a cualquiera.
La tragedia, lamentablemente, no es sólo de 43 muchachos y sus familias. Los desaparecidos se multiplican casi por 700: Hay en México, oficialmente, 27 mil 887 personas cuyos familiares no saben dónde están.
A tres años del hecho, la causa ya estalló fuera de sus fronteras. Los pueblos de América Latina se unen a sus padres, sus madres, sus hermanos y sus amigos, gritándole al mundo: Nos faltan 43.
Y con todo, el Estado sigue sumido en negarse a cumplir con su obligación fundamental de garantizar la vida y a tres años.
El Caso de los 43 Normalistas de Ayotzinapa, como se le conoce, ha dejado de tener hallazgos y/o avances significativos en las investigaciones del Gobierno mexicano y si el Estado oculta, destruye, desdeña, obstaculiza, manipula y fabrica evidencias de un hecho criminal que involucra a su aparato represivo, entonces la conclusión es una sola: Fue el Estado.
No hay manera de no culpar de esta barbarie al Estado mexicano, cuya “verdad histórica” descansa en mentiras. Y mientras no aparezcan todos los 43 jóvenes de la Escuela Normal Isidro Burgos, mientras siga el encubrimiento, la conclusión seguirá siendo la misma: Fue el Estado.
Hasta el día de hoy, el paradero de los estudiantes sigue siendo no sólo un misterio, sino también un dolor convertido en bandera de lucha para sus padres, movimientos sociales y organizaciones que, sobre todo en este último año, han intervenido aún con más fuerza en México para conocer la verdad sobre su muerte y desaparición.
Desde el primer día, la Comisión Internacional de los Derechos Humanos (CIDH) ha participado en la causa. Algunas naciones de la región se han sumado a la demanda, incluyendo a Venezuela, que llevó el caso a la ONU en junio de este año. Poco han pesado también los llamados internacionales de reconocidos artistas y organizaciones sociales y de derechos humanos.
El crimen sacó a miles de personas a manifestarse en México y el mundo por los normalistas desaparecidos. También colectivos de la UNAM y otras de las principales Universidades del país, convocaron un paro de 48 horas para demandar la aparición de los jóvenes.
Incluso el Papa Francisco dijo rezar por los 43 jóvenes desaparecidos en Iguala: “Envío un saludo especial al pueblo mexicano que sufre la desaparición de sus estudiantes y por tantos problemas parecidos. Que nuestro corazón de hermanos esté cerca de ellos, orando en este momento”.
Hoy, el Gobierno mexicano está rebasado, ha apostado todo al silencio y al cambio sexenal. Las instituciones de procuración de justicia oyen y olvidan, prometen y olvidan, declaran en los medios y olvidan; omiten, hacen mesas de trabajo y olvidan.
El Gobierno ha sido rebasado y la historia les tiene el papel del olvido pues hoy, la única opción de respuesta corresponde a los tribunales internacionales, a la CIDH, a la ONU, al mundo, y quizá a otros gobiernos mexicanos con las manos limpias que busquen la verdad que hoy ofende a cada mexicano que sabe que los 43 se proyectan hasta el infinito de una sociedad que tiene miedo.