Bienvenida la paridad total, bienvenida la transformación

SARA LOVERA

El 14 de mayo de 2019 será un día histórico. El Senado aprobó un cambio constitucional para que toda la administración pública, la administración de los estados  y la asignación de puestos políticos,  en  el poder judicial y los órganos autónomos caminen hacia la paridad en la conformación de sus plantillas laborales y administrativas, hasta los puestos fundamentales y de toma de decisiones. Incluye la conformación municipal.

Las mujeres se emocionaron, como supongo algunas necias lo hicieron  en 1953  cuando logramos el voto universal  y como las vi de cerca el 8 de marzo de 2014, cuando se modificó el artículo 41 de la Constitución y surgió la paridad para las listas electorales del Congreso federal y de los estados.

La defensa y promoción de la paridad total fue defendida con todo, tuvo una larga incubación y fue analizada, planeada y negociada entre las legisladoras y las mujeres de la sociedad civil, especialmente con la Red Mujeres en Plural y las de 50% más 1, ésta de mayoría priista. Habrá un vuelco total  en todos los niveles del poder, como dijo en la tribuna la senadora panista Kenia López Rabadán, refiriéndose a que una vez que el este derecho esté en la Constitución, tendrá que acatarse. Falta.

Es un paso definitivo hacia la modernidad democrática, sólo comparable con lo sucedido en los países del norte, entre ellos Finlandia.  Aquí  lo que debe considerarse muy seriamente,  a la hora de construir el andamiaje que nos llevará a ese vuelco,  es el contexto. Reconocer cómo conviven dos realidades en  un mismo trecho. El machismo y el atraso frente a las propuestas feministas de las mujeres,  la vida cotidiana traducida en la violencia sexual y el asesinato y lo que antaño por los comunistas se llamaba  vanguardia.

De ningún modo me gustaría ser aguafiestas. Pero es verdad, como dice la filósofa, que a cada paso que damos hacia adelante, hay una reacción, con frecuencia indeseable, a veces violenta y de manifestaciones públicas y privadas que creímos  superadas o desaparecidas.

¿Por qué hoy tenemos 3 años discutiendo una ley preventiva y punitiva para la violencia política contra las mujeres? porque se desató la resistencia y asesinaron a varias candidatas entre 2016 y 20019;  porque ya es  cotidiano hablar  de violencia de género para las autoridades municipales electas y cómo es violenta la vida de las trabajadoras frente a sus patrones y también por sus colegas en la fábrica o la oficina.

No, no quiero ser aguafiestas. Pero este significativo avance, no tendrá donde sostenerse pacíficamente o cómo transcurrir con normalidad democrática si no apuramos una estrategia y realizamos un buen trabajo de educación, difusión y convencimiento. Un trabajo de largo aliento, sistemático, bien planeado.

Tenemos que hacernos cargo, ahora mismo, de prevenir los efectos de la resistencia machista en todos los ámbitos de la vida pública e ir a la vida privada, familiar, tal como lo mandata la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia.  Tener en cuenta la resistencia entre hombres y mujeres a ésta verdadera revolución por la igualdad.

Tenemos que hacernos cargo de las inmediatas tareas del Estado en el asunto de la igualdad y la no violencia. Hasta ahora, desde la declaratoria constitucional de 1974, y el acuerdo de no discriminación firmado por México en 1982, en  la Convención contra todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), el  Estado no ha cumplido.

No hemos cumplido  –porque el Estado somos todas y todos- en desarrollar a la par de los derechos, una revolución cultural y educativa,  que haga posible la transformación del pensamiento, condición fundamental para que la paridad total tenga éxito en el corto plazo, para que, como sería deseable, ir 50/50 a los congresos, a las administraciones, a la conformación de los gabinetes, los puestos y las responsabilidades, sin generar violentas reacciones, descalificaciones, críticas superficiales, discursos contrarios y exacerbación de las fuerzas conservadoras y de derecha que agazapadas o abiertas están ahí, sobreviven al liberalismo y la modernidad.

A la paridad total, se espera la aprobación de otras leyes para profundizar los derechos humanos de las mujeres. Cosa que habrá que ver.

No quiero, decía, ser aguafiestas. Hasta ahora el avance en los derechos políticos de las mujeres, no se ha traducido en la disminución de las brechas entre hombres y mujeres, no ha disminuido la pobreza de amplios sectores de  mujeres; ni ha sido posible compartir las tareas del hogar entre hombres y mujeres. La llegada de mujeres al Congreso, ayuda, pero le falta, no es suficiente el ejemplo, necesitamos mujeres en todos los ámbitos de la toma de decisiones, que se comprometan con las mujeres, pero no para hundirlas en el pasado, sino para sacarlas de su condición social y su opresión. Esa también es una tarea que requiere una cruzada nacional.

Bienvenida la paridad total. Bienvenida la transformación; ojalá se trabaje ya ¡una cruzada educativa y desaparezca la simulación en el aprendizaje de género en todos los niveles. Ojalá una reforma educativa con maestros y maestras con mirada de género; ojalá un sindicalismo moderno. Ojalá un poder judicial con sentido de derechos humanos e igualdad; ojalá  una guardia nacional que  no  viole y maltrate a las mujeres. Ojalá que cunada la misma enjundia para la paridad, en la lucha contra la impunidad frente a los crímenes contra las mujeres. Ojalá no tengamos que seguir pensando en leyes, reglamentos y programas  para atemperar, ahora, la violencia en las administraciones públicas en respuesta a la paridad total. Veremos.

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