Apuntes para el diálogo feminista

ARGENTINA CASANOVA

Construir diálogos parece ser el único camino frente a nuestras prácticas y formas de convivencia afectadas por un sistema patriarcal en el que sólo se concibe la competencia y la descalificación necesaria para desvirtuar a la otra, como única vía para argumentar, como el único camino para imponer las ideas.

Tender puentes es lo que sí puede ser el diálogo, no romperlos, empezar por aprender a escucharnos y aunque de nada serviría un “decálogo” para el diálogo feminista, porque la alternativa no es construir una serie de pasos a seguir, sino los pasos a evitar mientras nos inventamos los nuevos caminos a transitar.

Si algo me queda claro es que como hemos hecho los diálogos y las referencias de las conversaciones son influenciadas por nuestra inevitable construcción patriarcal, que nos limita en varios aspectos, una primera forma es a descalificar a quien escuchamos, descalificar sus argumentos y buscar los errores en lo que argumenta para retarle valor a lo que dice, es cierto, yo misma he cometido ese error cotidianamente y me lo han hecho ver. Darme cuenta ha servido para avergonzarme de ese proceso, pero la reflexión me llevó a reconocer la hegemonía de los discursos del conocimiento.

Otra forma de desarmar toda posibilidad del diálogo es la competencia constante hacia el conocimiento, la experiencia y los saberes de las otras, así como se exige el conocimiento en la otra, también se descalifica el que exista bajo la exigencia de que ha de ser el mismo que el que poseemos o no tendrá validez.

Y aquí, vuelven los muros patriarcarles que hemos aprendido a construir y que nos separan, ya sea lo generacional que nos impuso la limitación de comprender y disponer la voluntad de escuchar a otras compañeras y entender por supuesto sus perspectivas, si bien podemos no estar en la misma sintonía por haber crecido en condiciones y espacios distintos escucharnos nos ayuda a evitar la descalificación.

El centralismo descalifica a todo aquello que no sea visto por sí mismo o sea parte de sí, entonces en feminismo también se cree que sólo lo que se dice desde el centro es lo que mueve o hace corriente, sin atender ni interesarse por lo que se está haciendo en las “periferias” como me gusta llamar a los puntos más allá de la centralidad discursiva.

Un claro ejemplo es y ha sido la postura que desde el centro algunas organizaciones y activistas emprendieron con el tema del aborto, en el que desde las entidades, las colectivas y organizaciones feministas vienen haciendo un esfuerzo muy importante bajo contextos particulares de criminalización pero también de redes de apoyo que buscan trascender lo urbano hacia lo rural.

Allá donde las compañeras comadronas y enfermeras dan información a las mujeres acerca de cómo tener acceso a medicamentos, incluso cuando la servidora pública le envía un mensaje y pone en contacto a la mujer con una organización para que le brinden información que –de hacerlo ella misma- podría ser señalada o imputada de estar cometiendo un delito, pero que es un derecho de la mujer y bajo su consciencia la acerca con otras compañeras que le pueden proporcionar más que la información.

Cuando tenemos abrimos diálogos en los que reconocemos que los contextos influyen en nuestra forma de hablar y en la forma como aprendemos a resolver esos problemas que afectan a las mujeres, en la manera como se generan soluciones colectivas y las alternativas que se visibilizan desde el lugar en el que se encuentran las mujeres, quizá por eso sea tan necesario además de despatriarcalizar, descentralizar las formas de trabajo y aprender a respetar los tiempos y formas de organización y no pretender imponer fórmulas que funcionan en nuestras latitudes pero que no lo harán en otras zonas.

Y algo más es aprender que no se trata de un concurso de conceptos o de nociones con las que podamos llevar de la mano a otras mujeres, sino que las herramientas y los conocimientos están disponibles para todas de acuerdo con las necesidades y eso es lo que refleja también la forma de hablar y definir las realidades, no es un catálogo de palabras huecas que exijamos a otras utilizar cuando no tienen sentido en la comunidad donde viven. Pero hay otras que cobran más sentido y relevancia.

Aprender a construir nos puede llevar mucho tiempo, pero no es tiempo perdido, vamos aprendiendo a hacer nuevos caminos a despatriarcalizar las prácticas comunicativas, laborales, de relaciones y de vínculos hacia el interior de las colectivas, los grupos de trabajo feministas y los espacios en los que nos reunimos desde nuestras distintas experiencias de vida en el movimiento feminista.

*Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche.

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