Maricela y Vanesa

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

El asesinato de una presidenta municipal de Mixtla, Veracruz, y de una ciudadana en Guadalajara parecen dos hechos aislados, sin conexión alguna.

Estas dos mujeres que no se conocieron entre sí, fueron asesinadas con apenas unas horas de diferencia, las separaba la distancia, su origen, los kilómetros entre la vida cotidiana de una y otra.

Sin embargo, están unidas, al menos, por tres hechos: ambas eran mujeres, jóvenes y mexicanas. México el país de la discriminación, de la desigualdad, de los 10 asesinatos contra mujeres cada día, el país de la impunidad.

En el primer caso, se ha observado en los últimos años con detenimiento casi científico, la política es un lugar de riesgo para las mujeres y es el poder local, el pequeño espacio de mando, donde el poder real se ejerce bajo el anquilosado sistema de la horca y el cuchillo, es decir, toda clase de cacicazgos, poderes fácticos como la narcopolítica.

Ese caldo de cultivo peligroso donde el elemento de la igualdad de oportunidades, de las acciones para alentar la participación política de las mujeres y el hecho de la paridad resultan todavía inaceptables para amplios sectores, pero sobre todo para quienes no están dispuestos a compartir el poder con las mujeres, bajo la idea de que gobernar es cosa solo de los hombres, de los patriarcas. Una idea profundamente dañina y que hasta hoy no sabemos lo que encierra, el asesinato de la alcaldesa de Mixtla, Maricela Vallejo Orea,  es apenas una muestra del tamaño de los dientes de un monstruo de mil cabezas.

No es el único caso. A lo largo y ancho del país hay ejemplos. Se exacerban en Oaxaca, donde una de las víctimas de esa violencia política es Pamela Terán, candidata a concejala segunda en el municipio de Juchitán de Zaragoza, asesinada el 2 de junio de. 2018, aunque pocas personas lo quieran ver así. Pero también pasó hace unos años en Temixco, Morelos, con la presidenta municipal, Gisela Mota Ocampo. Y así  podríamos citar muchos casos sin que hasta hoy en día ni el Instituto Nacional Electoral, ni quienes aseguran procuran justicia y menos los partidos políticos, hayan emprendido acciones contra esa indudable misoginia política, cuya expresión máxima es el asesinato.

Nada ni nadie detiene la violencia. Las múltiples acciones aisladas, sin constancia y como cada quien lo entiende,  desde que existen los programas federales, estales o municipales, han podido hacer mella entre la misoginia masculina que sigue considerando natural la obediencia de las mujeres y su insubordinación es una transgresión que se castiga.

El resultado es el que tenemos enfrente: Poco más de cada dos horas al día, una mujer es asesinada en México, sin piedad, sin misericordia. Cifra que parece no preocupar ni a las autoridades ni al resto de la población mexicana. Porque la ideas fatídica de que las mujeres son asesinables es parte de una cultura machista que se repite sin cesar en los medios de comunicación, las canciones populares, los dichos y acciones o inacciones de políticos y personajes cuya palabra «es la ley» y que construyen y refuerzan la subordinación de las mujeres y su degradación a objetos. A ello atribuyo la no reacción del guardia de la casa oficial de Jalisco y por supuesto a quienes desde 2017 no atendieron debidamente y con energía, por llamarlo de alguna modo,  la solicitud de Vanesa, una de las tantas omisiones de los gobiernos y que cuestan, repito, la vida de miles de mujeres cada año como resultado de la violencia feminicida.

Vanesa, la mujer asesinada a las puertas de la Casa Jalisco, como la presidenta municipal asesinada en Veracruz por, todo indica, cuestiones políticas, son parte hoy de una estadística mortal, sus sueños de felicidad, sus aspiraciones personales y profesionales, son ahora dos cruces más en ese Mictlán de género que atraviesa el país.

Esta emergencia nacional, como bien se ha señalado, no tiene el eco que se merece. Y, cada tanto, la cifra crece sin posibilidad de sentirnos al margen, sin la posibilidad de creer que esa es una realidad lejana a nosotras, que eso no nos pasará…pero todo nos alcanza, excepto que esas mujeres sacrificadas obtengan justicia.

Vanesa y Maricela unidas por el destino común: la violencia contra las mujeres.

#JusticiaParaSol

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