3,400 comentarios y una vida

JUAN GÓMEZ

Las redes sociales están marcando la pauta de manera preponderante en la conformación de la opinión pública en México, pero hay una frontera casi imperceptible que es importante delinear por la salud pública y sobre todo, en la toma de decisiones de la sociedad.

Los últimos acontecimientos han encendido los focos de alerta sobre la extremidad de los hechos que pueden suceder, si es que no tomamos conciencia de las implicaciones de una publicación que se viraliza y genera sentimientos de odio o de predilección en contra o favor de algún personaje.

Las redes sociales y los medios de comunicación en general son dos instrumentos que actúan de manera separada en la conformación de la opinión publica local, nacional o internacional y por lo tanto, se tiene que tomar en cuenta su origen y alcances de influencia en la sociedad.

Los medios de comunicación nacional por ejemplo, han estado mayoritariamente controlados por los gobiernos en turno a través de dos instrumentos del poder público que son muy efectivos: el dinero y la intimidación.

Con estos dos factores se han construído las relaciones entre los medios de comunicación y el poder político, lo que por muchos años permitió el control de la información y de la formación de la opinión pública en el país y en los estados.

El surgimiento de internet en 1995 revolucionó las formas de comunicación en la sociedad y en los medios de comunicación en general, y cambió el paradigma de informar a la opinión pública.

Si desde la década de los años 80’S se hablaba de los riesgos de la permanencia de los medios impresos en el ámbito mundial con la aparición de la computación, en la década de los 90’S empezó hablarse de una nueva era digital de la comunicación social mundial.

Con el nuevo milenio surgieron otras redes sociales como Friendstar, MySpace y hi5 que irrumpieron en el campo de las comunicaciones interpersonales y que abrieron el escenario para la aparición de Linkedin en el año 2002 y Facebook en el año 2004. Hoy día esta última red social creada por Mark Zuckerberg supera los 2,271 millones de usuarios en un mes en el mundo.

Pero Instagram es la red social emergente que surgió apenas en el año 2010 y que ya alcanza una cantidad superior a los 1000 millones de usuarios activos en un mes, de acuerdo al estudio Digital 2019 Global Digital Overview de las empresas We Are Social y hootsuite.

YouTube es la segunda red después de Facebook con mayor crecimiento al registrar 1,900 millones de usuarios en un mes en el presente año y la tercera red social es sin duda Whatasapp, con 1,500 usuarios activos en un mes, de acuerdo al estudio ya referido.

Twitter creada en el año 2006 ocupa un doceavo lugar en la escala publicada por Digital 2019 Global Digital Overview con 376 millones de usuarios, pero que en México ha logrado un desarrollo importante entre los medios de comunicación digitales.

Como puede observarse las redes sociales han tomado por asalto en los últimos años la preponderancia en la comunicación social de la opinión mundial, puesto que gracias a que no tienen aún el control del Estado, la libertad es uno de sus baluartes que transitan en el espacio.

La libertad y la inmediatez han generado un fenómeno mediático en crecimiento pero que

llega a niveles de preocupación, puesto que hay otro elemento que influye en la formación de la opinión pública: el anonimato.

¿Qué puede hacer la sociedad ante este instrumento que daña la reputación ciudadana y que trivializa el debate público?

El anonimato siempre ha existido en México, por ejemplo. Lo veíamos en las pintas de las manifestaciones callejeras, en las octavillas de los mítines y hasta en los baños públicos.

Era una especie de catarsis contra la autoridad y los abusos de poder.

Pero después surgió el libelo, un escrito publicado de manera anónima, que servía para atacar a los enemigos políticos o bien, para desprestigiar a ciertos personajes u organizaciones.

Pero hoy día la masificación de los anonimatos a través de las redes sociales es un fenómeno difícil de contener, lo que está generando la formación de una opinión pública basada en el odio y la frustración.

El movimiento #MeToo generó un impacto en la sociedad mundial al visibilizar una de las problemáticas que se han dado en distintos ámbitos del comportamiento humano: el acoso, pero que en México alcanzó magnitudes que nos deben orillar no solo a la reflexión y el análisis, sino a la toma de decisiones.

¿Cuáles son los parámetros jurídicos o los protocolos de comportamiento que deben tomarse en cuenta para una denuncia?

¿El movimiento MeToo es el poseedor absoluto de la verdad y todo lo que publique debe ser tomado en cuenta para la condena social?

El problema es que la mayoría de los medios sociales y la sociedad mediática toma como verdades absolutas todo lo que se publica en las redes sociales, sin tomarse la molestia de investigar y menos aún, de constatar la información que se publica.

El caso del compositor y escritor Armando Vega Gil es solo un ejemplo drástico de la influencia del anonimato en las redes sociales. Bastaron 3,400 comentarios, unos a favor y otros en contra, para poner en la hoguera social a un personaje.

Fue una sola publicación anónima que generó miles de comentarios que obligaron quitarse la vida a un personaje de la música y de las letras.

¿Era verdadera esa historia? ¿Quién la publicó, quién se hace responsable de ese comentario? ¿Dónde está la denuncia correspondiente?

Tal parece que la reputación ciudadana pende ahora de una red social.

Al tiempo

Twitter: @juangomezac

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