No es el feminicidio un invento ocioso

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

A cinco días de conmemorar nuevamente el Día Internacional de la Mujer, no puedo menos que tomar como punto de partida para mi colaboración de esta semana, las muy desafortunadas declaraciones del político mexiquense Isidro Pastor Medrano, quien hace poco tiempo tuvo la gran idea de decirle al reportero de un diario de circulación local de la ciudad de Toluca, que el feminicidio es “un invento que discrimina”. Según Pastor, “los legisladores que inventaron el término de feminicidio son ignorantes y les urge estudiar gramática, toda vez que el vocablo es discriminante porque pone a las mujeres en otro ámbito y en un lugar superior. Al rato también se hablará de jovenicidios o senecticidios”. [1]

Con todo respeto al ex dirigente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la entidad y ex presidente de la Gran Comisión de la ya muy antigua LIV Legislatura del Estado de México, en estos tiempos en los que sus glorias políticas ya quedaron atrás, es urgente que, si como parece pretende resucitar en la vida pública local, demuestre más preparación, más empatía y, sobre todo, más sentido común a la hora de dar declaraciones a los medios de comunicación.

Y es que francamente es inconcebible que el hombre pretenda hacerse el chistoso y diga barbaridades como que “al paso que vamos se llegará a una situación donde se etiqueten los homicidios hasta por años, es decir, un quinticidio para señalar un homicidio de un niño de cinco años”. Se puede entender que el político necesite urgentemente los reflectores encima, pero lo que es imposible admitir es que su mente esté tan cerrada y sus conocimientos sean tan limitados.

Claro que, si nos remitimos al pasado del personaje, podremos comprender un poco más acerca de su manera de vivir la política, y, en este sentido, me parece oportuno recordar que cuando fue dirigente del PRI, apeló a los atributos masculinos de la militancia para poner a trabajar a hombres y mujeres. Para él, hacer que su partido recuperara fuerza implicaba actuar “con huevos”. Me pregunto si su concepto de fuerza política no era discriminatorio, y si las mujeres de su partido entonces no se sintieron por lo menos ofendidas, sobre todo porque, aunque ellas no tenían huevos, sino ovarios, trabajaron al parejo y una buena parte de la recuperación del tricolor en 2003 fue resultado del esfuerzo de ellas, las entonces numerosas militantes.

Tal vez será que eso ocurrió hace 17 años y entonces nadie se detenía a pensar en el profundo y excluyente significado de una campaña en la que hasta se repartieron canastas de huevos a las y los militantes, como una manera de invitarles a actuar para recuperar terreno político.

En general, Pastor Medrano no es famoso por defender a las mujeres, así que tal vez no debería extrañarnos su ocurrencia relativa a los feminicidios. El político llegó a ser bastante conocido en la esfera nacional, incluso cuando, también en el año 2003, el entonces presidente Vicente Fox Quezada se refirió a él diciendo: “porque luego hay unos machines sin pelo, por ahí en algún estado, aquí en la República, que espantan»[2]. Entonces el comentario, según la prensa, iba dirigido al mexiquense, quien había demandado penalmente a Marta Sahagún por el delito de peculado electoral.

Sin embargo, el tema de esta colaboración tiene mucho más que ver con el menosprecio hacia un tema tan sensible como el feminicidio, que con la vida, milagros y tropiezos de un político que ahora busca adeptos para el nuevo partido político “Alternativa”.

Y no es que dude de su buena voluntad, porque entre paréntesis tengo el gusto de conocerlo muy de cerca y le tengo aprecio personal. Debo decir que la frase más reciente que el político publicó en su página de Facebook es bastante inspirada: “la política no tiene sexo, no tiene edad, no tiene color, sólo tiene principios y valores de los seres humanos bien nacidos”[3].  Lo que sucede es que, francamente, a Pastor le falta preparación en materia de estudios de género, y, a decir verdad, bien haría en informarse, porque tal vez si contara con los datos necesarios, se daría cuenta de que está moralmente obligado disculparse y recular.

Para empezar, el político debería saber que “el término ‘femicidio’ fue acuñado por primera vez en 1970 por Diana Russell. Esta expresión surgió como alternativa al término neutro de ‘homicidio’ con el fin político de reconocer y visibilizar la discriminación, la desigualdad y la violencia sistemática contra la mujer que, en su forma más extrema, culmina en la muerte”[4].

Para enterarse, no sólo Pastor, sino cualquier persona escéptica, ni siquiera tendría que profundizar mucho, pues con hacer una mínima búsqueda en Google se daría cuenta que esta información está disponible en una página del gobierno federal.

Y aquí lo preocupante, porque dudo seriamente de que el político, que al parecer ostenta el título de licenciado en Derecho, sea el único que considera que cuando se habla de feminicidio se está haciendo alusión a una “moda discriminante”, que hace a un lado a los pobrecitos hombres y pone a las mujeres en un plano superior.

Me sigo preguntando cuál sería ese plano superior, si en realidad cuando se habla de feminicidio se está considerando, siempre según Diana Russell, a “todas las formas de asesinato sexista, es decir, los asesinatos realizados por varones motivados por un sentido de tener derecho a ello o superioridad sobre las mujeres, por placer o deseos sádicos hacia ellas, o por la suposición de propiedad sobre las mujeres”.

No sé si el político y las personas que piensan como él lo sepan, pero en México “las mujeres entre 15 y 35 años tienen más probabilidades de ser violadas o asesinadas que enfermarse de cáncer o contraer VIH”. Y no sólo. De acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidios (OCNF) entre 2012 y 2017 el OCNF registró 12 mil 796 asesinatos de mujeres. Y el problema es que, de éstos, nada más 22 por ciento fue tipificado como feminicidio[5], justo porque hay autoridades a quienes todavía les tiembla la mano para reconocer que este tipo de delito existe, que tiene sus propias características y que nada tiene de discriminatorio reconocer que las mujeres están muriendo asesinadas y, en muchos casos, su muerte obedece a razones claramente sexistas.

Las cifras oficiales y no oficiales reflejan una realidad demasiado cruda para ser ignorada. Los feminicidios y la violencia de género en México no se pueden tapar con comentarios que, más que mostrar mala fe son evidencia de una profunda ignorancia. En el primer semestre de 2018, por ejemplo, “los datos de la Secretaría de Gobernación apuntan a un promedio de dos asesinatos por día y un total de 402 víctimas durante el primer semestre del año. Las entidades que lideran las estadísticas son el Estado de México con 39 asesinatos, Veracruz con 38, seguido por Nuevo León y Chihuahua, ambos con 30 registros. Sin embargo, los datos de los organismos sociales, incluido ONU Mujeres, denuncian que estas estadísticas oficiales se quedan cortas”[6]

De ahí que, justo el año anterior, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) e integrado por 23 expertos, emitiera un documento en que se manifiesta “profundamente preocupado por los patrones persistentes de violencia de género generalizada contra mujeres y niñas, incluida la violencia física, psicológica, sexual y económica, así como el aumento de la violencia doméstica, las desapariciones forzadas, la tortura y el asesinato sexuales, en particular el feminicidio”. El mismo documento señala la necesidad de que el Gobierno de México determine la tipificación del feminicidio como delito en todas las entidades de la República.

Y va de nuevo, por si a alguien le quedó duda. Con Diana Russell comenzó a emplearse el término “femicide” para designar asesinatos misóginos. La traducción en español fue doble, y el término es conocido en algunos países como femicidio y en otros como feminicidio. En México y Guatemala, es más común decir feminicidio, mientras que, en Costa Rica, El Salvador y Chile, se dice femicidio, y en Brasil hay un uso indiferenciado de los dos términos. El punto es que “ambos conceptos son utilizados para designar asesinatos de mujeres que expresan la violencia de género y son una alternativa al tipo criminal homicidio, cuya neutralidad es muy cuestionable”[7]. Como sea, “decir femicidio o feminicidio implica referirse a un fenómeno social cuya causa no está aislada de la estructura social y por lo tanto es un término teórico y con sentido político”, como explica la investigadora brasileña Isabel Solyszko Gomes.

La misma estudiosa señala que “aunque los casos de asesinatos sean más fáciles para reconocer como feminicidios, hay otro tipo de muertes que pueden ser incluidas, como las muertes por aborto, por clirectomía y hasta por tipos de cáncer frecuentes en las mujeres. […] En este sentido, las mujeres son sometidas a lo largo de su vida a un conjunto de vulnerabilidades que resultan en su muerte […] es posible hablar de feminicidios en diferentes contextos de ocurrencia y a escala internacional para pensar la violencia letal contra las mujeres de una manera más amplia”.

Pero para entender esto, tanto el ya multicitado político como quienes evidencian desprecio e ignorancia hacia la difusión del término feminicidio, tendrían que informarse, estudiar y, sobre todo, desarrollar una profunda empatía hacia las mujeres, tratando de comprender lo que en muchos contextos implica una condición de gran desigualdad.

Así pues, la aclaración va dirigida no solamente a Isidro Pastor, sino a muchas personas más, entre las que incluyo también a mujeres con poca o nula sororidad, que viven convencidas de que el feminicidio no es otra cosa que un invento ocioso.

No es una cuestión de gramática, como afirma Pastor. Es un tema profundo acerca del que cualquier ciudadano, y mucho más uno que aspira a la simpatía de los demás, debería informarse antes de abrir la boca. El gran problema es que, justamente a causa de posturas tan extremas, reflejo de un auténtico desconocimiento, la situación ya se ha salido de control y no hay una intervención eficaz por parte de las autoridades. Ya en 2018, a propósito del Día Internacional de la Mujer, Belén Sanz, representante de ONU Mujeres en México, señalaba “Tenemos que entender que los feminicidios no son fenómenos aislados, son el producto y la consecuencia de la discriminación de género y de la desigualdad”.

Por favor, la petición es sólo una: no fomentemos la ignorancia, la misoginia y la discriminación con ocurrencias que, efectivamente, llaman la atención, pero por patéticas y desafortunadas.

[1] Disponible en https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10161641382160515&set=a.10151710688400515&type=3&theater

[2] Disponible en

http://www.cronica.com.mx/notas/2003/53117.html

[3] Disponible en https://www.facebook.com/isidropastoroficial/

[4] Disponible en https://www.gob.mx/mujeressinviolencia/articulos/cual-es-el-origen-del-concepto-de-feminicidio-y-por-que-hay-que-distinguirlo-de-homicidio

[5] Disponible en https://news.culturacolectiva.com/mexico/cifras-de-feminicidios-en-mexico-durante-sexenio-de-epn/

[6] Disponible en https://elpais.com/internacional/2018/07/23/mexico/1532369836_872417.html

[7] Disponible en http://bvirtual.ucol.mx/descargables/784_femicidio_feminicidio_23-42.pdf

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