Mujeres «generadoras» de opinión pública

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

A raíz de algunos acontecimientos recientes, nuevamente deseo dedicar este espacio a la participación de las mujeres en la vida política nacional, o mejor dicho: a las mujeres como generadoras de opinión pública. Y es que en los últimos días se han presentado situaciones en las que por desgracia, mis congéneres no han quedado muy bien paradas y eso no solamente es incomprensible, sino que además no es en absoluto justificable.

El primer caso que origina mis reflexiones de hoy, tiene que ver con Angélica Rivera, la actriz de telenovelas que es todavía esposa del ex presidente de México, Enrique Peña Nieto. Parece increíble, pero hace solamente pocos meses todo parecía miel sobre hojuelas y la señora acompañaba al hoy ex mandatario de infausta memoria en sus últimos días de gestión. Tras entregar su último informe de gobierno al poder Legislativo y durante el mensaje a la nación él le daba las gracias por “la compañía, la fortaleza y el apoyo permanente que incondicionalmente me ha dado” y remataba con un aparentemente sentido: “muchas gracias, amor” ante una llorona Gaviota que escuchaba cómo el agradecimiento se extendía hacia quienes el entonces mandatario llamaba “nuestros hijos” de quienes reconocía “su cariño, su alegría […] por comprender el tiempo que les tocó vivir”. Las lágrimas parecían no tener fin en los ojos de Rivera y de sus hijas, en un acto insufrible en el que se consumaba lo que ahora, a agua pasada, se revela como una gran farsa .

La señora Angélica Rivera “de” Peña, se hizo llamar de esa manera durante todo el sexenio, y eso ya es suficiente como para desconfiar de cualquiera, porque francamente, a estas alturas resulta no solamente anacrónico, sino ridículo y ofensivo que cualquier mujer insista en llevar en su nombre un epíteto que denota sumisión, sobre todo si se trata de un sometimiento más bien fingido, porque, según la información publicada por el informante número uno de los líos conyugales de la ex pareja presidencial, el columnista de El Universal Salvador García Soto, el divorcio estaba acordado desde el 1 de diciembre y después de la imprudente salida a la luz del nuevo romance de Peña Nieto, la señora habría decidido ponerse más exigente y condicionar la firma del acuerdo a la entrega, ni más ni menos, que de 35 automóviles de lujo y un plan de 12 años de vuelos privados .

Y aquí queda claro que si la mujer considera que ese es el precio que debe poner a su firma, es porque sabe que la persona con quien compartió ocho años de su vida, tiene la posibilidad de pagarlo. Y eso es lo que en verdad debería preocuparnos, porque se trata de un hombre que no ha hecho en su vida otra cosa que dedicarse al servicio público y por lo tanto, su patrimonio tendría que ser, forzosamente, resultado del esfuerzo que ha realizado en los distintos encargos que ha tenido. Por lo mismo, y considerando que la casi ex señora “de” Peña no sería tan desalmada como para dejarlo en la calle, el razonamiento más sencillo tendría que ver, necesariamente, con la idea de que lo que le sobra al hombre son recursos como para pagar ese precio por su libertad.

El punto es que, como ya señalé al inicio, mi intención al escribir esta semana tiene mucho que ver con las mujeres en la vida pública y la verdad es que, con todo respeto, Angélica Rivera nos está callando la boca a quienes, en otros momentos, dijimos que ni siquiera era una actriz. Nos equivocamos, lo reconozco, porque por desgracia tomamos en cuenta solamente sus desafortunadas actuaciones en telenovelas que probablemente estuvieron mal dirigidas. Porque esa escena ridícula en la que llorando amargamente levanta el dedito gritando que ella es la dueña, hoy parece solamente una mala actuación de una pésima época, pero ella para actuar es realmente una buenaza.

Lo verdaderamente interesante, lo válido, es ver algunas de sus magistrales intervenciones ya siendo la “primera dama”, como cuando en noviembre de 2014 salió al quite tras haberse descubierto el gran escándalo de la lujosísima Casa Blanca y dijo, sin resquemor alguno, que ella no tenía “nada que esconder” y que la residencia de la calle Sierra Gorda era resultado de su esfuerzo porque, agregó en un tono casi de regaño hacia los mexicanos, ella trabajó durante 25 años para la empresa Televisa y claro, con eso pudo solventar un gasto tan importante. Esa, por ejemplo, sí que debe considerarse una escena digna de premio Oscar, al igual que su llanto y el de sus hijas en el último informe de gobierno. Magistral.

Lo patético es pensar que justamente haya recaído en una mujer la responsabilidad de sostener una gran farsa que en cierta manera sirvió de contrapeso a muchos de los puntos negativos del político mexiquense, que durante todo su gobierno fue dando tumbos y que, cada vez que resultó conveniente para él, se escudó en la popularidad de su esposa, fama que, se rumora, fue el motivo principal por el cual resultó elegida entre varias opciones para convertirse en la pareja de quien aspiraba a gobernar al país.

Y eso es precisamente lo lamentable, porque evidencia una vez más que, en las altas esferas del poder en México, difícilmente una mujer podrá aspirar a algo más que a estar a la sombra de los varones, y que el papel de la consorte lamentablemente se reduce al de comparsa del político en turno. Eso, o todo lo contrario, porque también tenemos los casos de mujeres tiranas que al parecer son quienes ejercen realmente el poder, porque también las hay. Y aquí me viene a la mente el papel que juega Cristina Rodríguez Pacheco o mejor dicho, Cristina Rodríguez “de” Tello, la esposa del gobernador de Zacatecas, Alejandro Tello Cristerna. Y va de nuevo esa perversa insistencia en autoproclamarse propiedad del marido. Así es la mujer que, en sus redes sociales ostenta el “de” como para que los zacatecanos olviden que ella lleva la voz cantante.

O al menos eso es lo que se rumora. Aunque curiosamente, cuando se le pregunta si es ella quien manda en Zacatecas, la mujer simplemente señala que ya pasó la página en ese tema y apunta que “a la gente le encanta buscar su Martha Sahagún”, tema que a ella ni le interesa ni es parte de su plan de vida. Eso sí, con una autoestima enorme y un vocabulario muy lejano al que se esperaría de una “doctora” que se asume como una ferviente católica, advierte que en el caso de contender por una candidatura se chingaría a quien se pusiera frente a ella . La señora, quien saltó a la fama nacional cuando en junio de 2017 tuvo a bien llamar “sicarios” a unos jóvenes que realizaron una coreografía que no le gustó, tiene ocurrencias tan simpáticas como la de mayo de 2018, en la que pidió a la Virgen de Fátima, a través de su página de Facebook, que protegiera a la patria de la “amenaza de una dictadura socialista” , en clara alusión a un posible triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

La señora, que por cierto ha tenido notables cambios físicos que hay quien maliciosamente atribuye al botox y a una liposucción, es, por decir lo menos, chistosita, pero es, como Angélica Rivera, otro de los ejemplos de que el papel de las mujeres en la vida política de México es poco menos que lamentable.

Y le sigo: la senadora morenista Eva Galaz, tuvo a bien llamar “retrasados mentales” a los reporteros que insistían en hacer una pregunta a su compañero Armando Guadiana. Brillante idea la de la legisladora, esa de dejar salir sus pensamientos más profundos, al fin que si su jefe máximo ofende a los medios y a los periodistas que lo contradicen llamándolos “conservadores” y “prensa fifí”, ya cualquiera se siente con el derecho de insultar.

Y no se quedó atrás su compañera de bancada Jesús Lucía Trasviña, quien, ella sí en la tribuna, para que nadie dude de que está en un excelente lugar para mostrar su poder, pidió que se eviten las descalificaciones hacia el de Macuspana, pero llamó a quienes se oponen al tema de quitar recursos a las guarderías “sátrapas, ratas, entrelúcidos y lurios” . Ni qué decir de la otra senadora morenista que está convirtiendo en una pachanga la posibilidad de expresarse ante las masas. Jesusa Rodríguez no ha tenido empacho en llenarnos de tonterías hablando de “la peor adicción del mundo” que son las galletas Oreo; de la marihuana, que según ella no es una droga, sino una planta sagrada y obviamente nos ha hecho sentir culpables con su crítica hacia comer tacos de carnitas, que según ella es rendir homenaje a la caída de Tenochtitlán, acto vergonzoso para la raza de bronce, porque por lo visto, para ella el mestizaje nomás no existe .
De por sí sólo 22 por ciento del total de los senadores son mujeres , si las pocas que hay van a destacar por sus exabruptos, por sus banalidades y por sus gracejadas, estamos fritos.

Es cierto, por otra parte, que la prensa se ocupa de dar un lugar importante a tales bufonadas, que los escándalos venden mucho más que las acciones serias y que sin duda habrá por ahí en el mundo de la política mexicana mujeres que no solamente destaquen por la seriedad y la brillantez de su desempeño, sino que además sean un ejemplo para sus congéneres.

Pero el caso es que vivimos todavía en una sociedad que no tiene una gran apertura hacia la participación de la mujer en muchos campos, hay resistencia a vernos en ámbitos que por desgracia han sido considerados exclusivos para los varones, y justamente por eso es necesario que quienes tienen el privilegio de ocupar lugares que son resultado de años de lucha, sean capaces de demostrar una capacidad a toda prueba y hagan a un lado una frivolidad y una falta de tacto al emitir opiniones que nos deja muy mal paradas porque, digamos la verdad, las tonterías dichas o hechas por las mujeres tienen un doble peso ante la opinión pública, nos guste o no.

Por eso duele y preocupa que existan personajes como la Gaviota, como la señora “de” Tello, como la senadora Jesusa y sus compañeras de bancada, porque son justamente ellas el tipo de personas que provocan un retroceso en la aceptación del papel femenino en ámbitos fundamentales de la vida democrática, y porque además, dicho sea de paso, las y los mexicanos no nos merecemos que se dé tanto revuelo a todas las tonterías que le pasan por la cabeza a ciertas mujeres graciosas que abusan de la posibilidad de ser escuchadas.

En un momento tan delicado en que la violencia contra las mujeres es el pan de cada día, se antoja en verdad injusto que aquellas que tienen voz se encarguen de desperdiciar la posibilidad de hablar de causas justas. Ojalá reflexionaran y comenzáramos a ver un mejor desempeño femenino en la vida pública de nuestro país.

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