La in(deseable) eterna infancia de ciudadanía

ARGENTINA CASANOVA

Por años el sueño y trabajo de la sociedad civil organizada fue y es la participación ciudadana como un ejercicio de la democracia participativa necesaria en toda sociedad. No es casual ni debiera considerarse mera retórica que democracia sea el gobierno del pueblo para el pueblo. Aún así, para la mayoría desinformada o que intencionalmente propaga que se deje a uno solo la decisión del destino de un pueblo prefiere la eterna infancia ciudadana.

Apenas recientemente tuvimos una aproximación al esfuerzo del ejercicio de participación ciudadana a través de una consulta, debilitado por los contextos y la polarización de las realidades en el país (ricos y pobres) evidentemente más gente pobre pretendiendo pertenecer a los segundos defendiendo intereses de los grandes capitales que los explotan.

Y el resultado fue una andanada de críticas a la consulta, no a los resultados que podían no gustarles sino a la consulta. Cuestionaban que se dejara la oportunidad de decidir algo “tan importante” a la ciudadanía. Hubo “memes” que ironizaban con el hecho de que los ciudadanos habían contratado mediante el voto al próximo presidente para tomar las decisiones.

Lo sorprendente es el ánimo de seguir alentando la eterna infancia de la ciudadanía y que no sepan que elegir a un gobernante no debería significar entregarle un cheque en blanco y que él decida todo en solitario, grave error que en los últimos 100 años hemos vivido en México y que ha dado por resultado que la sociedad no alentara nunca la participación, la organización y afrontarla para ella misma la tarea de las decisiones, es decir transitar del estado de la tutela absoluta como si se tratara de menores de edad que para protegerse a sí mismos no pueden decidir.

Peor aún, hubo un expresidente que dijo que no debían votar algunas personas de la sociedad, se refirió a personas que desde su lógica no utilizan ni utilizarán nunca en sus vidas el aeropuerto y que por esa razón no tienen derecho a opinar, algo que fue secundado por una sociedad clasista que estimó que esto era verdad. El hecho invisibiliza que todo ciudadano o ciudadana tiene derecho a opinar sobre en qué y cómo se gasta el recurso público pues es cierto, su condición de pobreza -si tuviéramos una sociedad educada y con conciencia de clase- les haría privilegiar la inversión en programas sociales para dejar que sea la iniciativa privada la que invierta en la infraestructura de la que obtendrán grandes ganancias.

Pero el pensamiento critico no existe

No hay forma de que nos logremos poner de acuerdo, por un lado el absoluto rechazo desde el desconocimiento que la democracia supone la participación de todos hasta los modelos de participación ciudadana, y entender que la democracia tiene o tendría que ser participativa para realmente serlo.

Y se vuelve más difícil, más complejo que la sociedad en su conjunto comprenda las nociones de horizontalidad, de construcción y participación bajo mecanismos de organización ciudadana. Solo así podemos entender porqué el Estado “oscureció” tanto la administración pública, la falta de transparencia y rendición de cuentas, cerrar el gobierno y prácticamente desaparecer las figuras como los comités vecinales que -sorpresa- tenían la función de organizarse y decirle a las autoridades municipales y estatales qué obras debían realizarse y por qué razón.

Poco a poco nos alejamos de la toma de decisiones, le convenía a un sistema que así tomó las decisiones por nosotros. Es como dejarle al administrador que contratas que decida todo, maneje las chequeras, contrate gente, invierta el capital de que se dispone y jamás rindiera cuenta, además de que nos dijera “no, tú no puedes opinar, no sabes”, mejor déjame a mí hacerlo y tenemos un país en grave crisis política, social y de derechos humanos.

Aprender a ejercer ciudadanía ha sido uno de los ejes transversales desde el feminismo para entender cómo las mujeres podemos participar y apropiarnos del espacio público, cómo podemos dar el salto y ser ciudadanas en ejercicio pleno de nuestros derechos, estamos conscientes desde el feminismo que necesitamos otras formas de gobierno, toma de decisiones en sistemas horizontales y romper con los modelos patriarcales y verticables.

No quiero decir que el próximo presidente esté construyendo gobierno desde una perspectiva feminista, apenas se abrió una mínima posibilidad de que la ciudadanía participe y tengamos una sociedad democrática. Lejísimos estamos aún del sueño anarquista del autogobernarnos.

Lo cierto es que, tanto para unos como para otros, los que apoyaron y los que cuestionaron, necesitamos que se fomente educación popular para la participación ciudadana y el gobierno abierto, pero de verdad.

* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche

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