La culpa de Rosario Robles ¿ser mujer?

MARÍA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ

En las últimas semanas, las noticias han fluido a un ritmo particularmente intenso, tanto, que es complicado elegir un solo tópico para tratarlo en este espacio. Sin duda, hay asuntos que se vuelve necesario tratar con urgencia, como el tema de la migración, que sigue siendo materia prioritaria de artículos, columnas, notas y reportajes, y que no solamente está presente en los medios de comunicación masiva, sino que, además, está presente como tema de debate (en ocasiones muy desafortunado) en las redes sociales.

Sin embargo, hay otros temas que no por haber perdido importancia mediática deben quedar como una simple anécdota. Hoy me permitiré tocar uno de ellos, que tiene que ver con la reciente comparecencia ante la Legislatura Federal de la secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), Rosario Robles Berlanga.

En realidad, lo que ocurrió no pasó desapercibido, pero para suerte de la funcionaria el tema de la Caravana Migrante llegó para opacarlo. Sin embargo, la particular autodefensa de la funcionaria ante el pleno de la Cámara Federal, durante su comparecencia, es un tema digno de tratarse, por grave y vergonzoso, especialmente para las mujeres. Entre otros temas, Rosario Robles fue acusada por el diputado perredista Emmanuel Reyes Carmona del “presunto desvío de siete mil 670 millones que habrían sido entregados a 128 empresas fantasmas”[1], situación relacionada con la tristemente famosa “Estafa maestra”.

El asunto que considero necesario retomar y hacerlo con mucho rigor, es la manera en que la señora Robles se quejó airadamente porque, desde su punto de vista, quienes realizaron esa investigación periodística, decidieron poner precisamente su rostro al gravísimo fraude, en lugar de considerar otros presuntos culpables, como algunos funcionarios o los rectores de las involucradas. Su culpa, dijo, es una sola: ser mujer.

Ese 16 de octubre, ante los diputados federales, la titular de Sedatur decidió apelar a la solidaridad de género, a la sororidad, y dirigiéndose a la diputada de Movimiento Ciudadano, Martha Tagle Martínez, una reconocida feminista y politóloga, preguntó: “[…] por qué se tomó la decisión editorial de poner el nombre y la cara de una mujer a esta investigación periodística. Eso se llama violencia política de género. […] Usted y yo hemos luchado en contra de la violencia política de género. […] Yo le quiero decir porque la conozco, reconozco y admiro su trayectoria, que me llama mucho la atención, que usted como feminista, como mujer comprometida con las mujeres haya caído en una trampa”.

Quisiera pensar en la posibilidad de que la secretaria Robles Berlanga no haya tenido mucho tiempo para informarse acerca de lo que realmente es la violencia política de género. O a lo mejor ha leído tanto al respecto, que ha interiorizado tanto el concepto que se siente un ejemplo vivo de éste. Lo que queda claro, es que, con todo respeto, la trayectoria de la mujer la vuelve todo, menos una víctima, mucho menos de violencia de género. A mí me va a tener que perdonar la señora Robles, pero con todos sus antecedentes, lo que menos se puede creer es que sea una mujer violentada en sus derechos. ¿O es en serio que puede ser creíble la queja de una funcionaria que un lunes a las 11 de la mañana se escapa a comprar a la tienda Hermes de Perisur[2], o que en su momento estuvo involucrada en financiamientos ilícitos para su partido sólo por estar “enamorada”[3]? En todo caso quien ha repetidamente caído en situaciones extremas de abuso de poder y ha malentendido la política, ha sido ella, y perdón, pero eso nada tiene que ver con su condición de género. Posiblemente también un hombre habría caído en la misma tentación. Así que entendámonos bien: en su caso, señora, no ha habido en ningún momento esa violencia política de género que con tanta desfachatez muestra como argumento para su actual situación.

De acuerdo con un artículo de Daniela Cerva Cerna, publicado en 2014 en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales[4]: “en el ámbito de la participación política, la violencia infringida hacia las mujeres se ubica tanto en las relaciones interpersonales como en las dinámicas colectivas que sostienen estereotipos y reproducen la discriminación de género en la lógica de funcionamiento partidario. Con ello nos referimos a los actos de menosprecio y menoscabo ejercidos hacia las mujeres bajo el disfraz de relaciones naturales y cotidianas entre pares”.

Parece un asunto de interpretación. Robles no está siendo ni menospreciada ni menoscabada en razón de su género. La mujer está siendo cuestionada a partir de una investigación en la que ella destaca como la principal presunta responsable, y sin embargo, se está subiendo en el tren de las mujeres políticas que sí son violentadas, por ejemplo, cuando su papel en las campañas se limita al de gestionar votos para los candidatos hombres, o cuando en el ejercicio de cualquier cargo público, de representación o no, su palabra no tiene el mismo valor que la de un hombre e incluso hay quien prefiere mandarlas a la cocina o a cualquier lugar en el que el patriarcado considera que debemos estar las mujeres. ¿Violencia política de género? Pues hay ejemplos más claros y descarados, como el caso de Margarita Zavala, que prefirió dejar la carrera por la presidencia de la República y de quien no recuerdo un día en que no haya sido humillada públicamente, en los medios de comunicación o en las redes sociales, y sí, todo indicaba que era principalmente por ser la única mujer en la competencia. ¿Otro caso? María de Jesús Patricio, Marichuy, la frustrada candidata indígena a la presidencia. Dos personas que no pudieron cumplir sus objetivos, y sí, a reserva de un análisis más profundo, mucho tuvo que son mujeres.

En cambio, la interpretación de Rosario Robles es errónea. Ella, según el presidente electo Andrés Manuel López Obrador podría ser un “chivo expiatorio” y los verdaderos culpables de la Estafa Maestra son quienes, dice sin aclarar, manejan realmente los hilos de la vida nacional[5]. Sin embargo, el comportamiento de la funcionaria dista mucho del de una víctima de violencia política. La señora es (nuevamente) sospechosa de haber incurrido en conductas ilícitas, punto. Ni modo que de nuevo sea el “chivo expiatorio” nada más por ser mujer.

Es cierto que Robles Berlanga ha sido desde sus inicios una mujer destacada. Cierto es también que se ha ocupado de temas de género desde siempre. Sin embargo, precisamente por eso parece más bien desfachatez el victimizarse en un momento tan delicado en todo el mundo y en todos los ámbitos, en el cual las mujeres simplemente parece que estamos en la mira de muchos.

Insisto en que no es la primera vez que la señora se mete en líos relacionados con temas de corrupción, pero hoy se autoproclama víctima de violencia política de género, cuando en México la verdadera violencia contra las mujeres se ha hecho tan evidente que en septiembre de este año la Organización de las Naciones Unidas y la Unión Europea lanzaron una alerta por el incremento de feminicidios en nuestro país[6].

Eso no se vale. Rosario Robles es uno de esos ejemplos vergonzosos de feminismo a conveniencia. Es exactamente ese tipo de persona que debería pensar dos veces antes de abrir la boca para señalar que lo que le ocurre no es consecuencia de sus actos, sino que tiene que ver con el mero hecho de que es mujer. Y lo hace tan tranquila, en lugar de aceptar que las acusaciones y/o las sospechas hacia su persona no tienen que ver con una cuestión de género, sino con los escándalos en los que se ha visto envuelta desde hace mucho.

Y perdón, no es que quiera hacer leña del árbol caído. No es nada personal contra la funcionaria a quien no tengo el gusto de conocer. Es simplemente que considero que este es un momento en que las mujeres deberíamos comportarnos con más seriedad, ser más conscientes, tener una gran honestidad, sobre todo con nosotras mismas, y no culpar de todo lo que nos pasa a un sistema patriarcal que nos subyuga.

Y que conste: es cierto que existe un patriarcado que nos cierra muchas posibilidades, pero en casos como el que nos ocupa y otros similares, la actuación errática de las propias mujeres es el motivo de su desgracia.

En serio, señoras: tenemos que aprender a reconocer nuestros errores. Debe caber en nosotras la prudencia. Necesitamos ser lo suficientemente rectas y justas, lo razonablemente humildes, para aceptar que no siempre tenemos la razón, que podemos equivocarnos, y sobre todo, es urgente admitir que a veces nos dejamos llevar por una extraña especie de paranoia que nos hace suponer que todo lo que hacen los demás y que nos afecta seriamente, todo aquello que está dirigido a perjudicarnos, sale de la nada y tiene que ver exclusivamente con nuestra condición femenina.

Me parece que estamos cayendo en equívocos muy graves. Las mujeres también manifestamos conductas abusivas, somos incorrectas en nuestro actuar, nos dejamos llevar por la ira, por la ambición, por la soberbia y cuando la otra persona reacciona, cuando no nos sostiene, cuando nos señala el error y pone en evidencia que estamos equivocadas, lo más sencillo que se nos ocurre hacer es ponernos a la defensiva, victimizarnos y decir que están ejerciendo sobre nosotras violencia de género, que se trata de pura misoginia, que somos buenas y perfectas, que no cabe en nosotras siquiera la mínima posibilidad de error.

El problema de comportarnos así, como la señora Robles y como tantas otras que se dicen feministas y de repente se dejan ver como meras oportunistas, es que a partir de la conducta de ellas, las mujeres que en verdad tienen motivos de lucha, esas que son auténticas y que hacen de la sororidad un estilo de vida y no una pose, pierden credibilidad y sus causas se minimizan porque, a los ojos de muchas personas, la lucha por la dignidad de las mujeres se convierte en una farsa y cualquiera que vea afectados sus intereses personales puede aferrarse a decir que lo que le ocurre tiene que ver con violencia de género en cualquiera de sus múltiples formas.

Este es un momento en que las mujeres tenemos que pelear por causas verdaderamente justas. La muerte de nuestras hermanas de todas las edades en condiciones de violencia extrema debería ser uno de los motivos que nos unieran y nos hicieran dar batalla cada día con más convicción por una verdadera equidad de género. Intentar reducir las desigualdades, pelear por oportunidades para todas en salud, educación y trabajo, tendría que ser un motivo de unión entre nosotras.

Sin embargo, con todo respeto, es urgente y apremiante comenzar a detener el paso de personas como la Robles y otras parecidas que, en pequeña o gran escala, ejercen vergonzosamente el poder, que se comportan como si por ser mujeres todo les fuera permitido, que pretenden tener la razón en todo momento y van por el mundo aplastando a las demás personas, usando como pretexto una lucha por ganar espacios para el género femenino. Todas y todos conocemos a alguien así, lo importante es aprovechar la coyuntura, porque en verdad, todo parece indicar que este es un buen momento para frenarlas.

[1] Disponible en https://www.elsoldemexico.com.mx/mexico/politica/indagacion-en-mi-contra-la-estafa-maestra-es-violencia-politica-de-genero-rosario-robles-ante-diputados-2131491.html

[2] Disponible en https://www.sdpnoticias.com/nacional/2017/07/20/en-la-boda-de-eruviel-rosario-robles-agredio-con-gritos-vulgares-a-lourdes-mendoza

[3] Disponible en https://www.proceso.com.mx/193990/aqui-estoy-enamorada

[4] Cerva Cerna, Daniela, (2014). “Participación política y violencia de género en México”. En Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Vol. 59. Núm. 222. UNAM. Ciudad de México.

[5]Disponible en  https://adnpolitico.com/presidencia/2018/09/15/rosario-robles-es-un-chivo-expiatorio-amlo-dice-que-si

[6] Disponible en  http://www.zocalo.com.mx/new_site/articulo/alerta-onu-por-alza-de-feminicidios-en-mexico

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