Margarita: Se veía venir

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Lo cierto es que la nominación de Margarita Zavala como candidata a la Presidencia de la República, se veía venir. En los tiempos que corren, cuando la igualdad pareciera ser lo políticamente correcto y una mujer en la lista de candidatos una obligación moral de la Democracia, el INE y los contendientes presidenciales NECESITABAN de Margarita Zavala en la batalla electoral.

No es una mujer cualquiera –con todo y que NINGUNA mujer lo es-. Ella tiene en su haber una mente brillante, muchas ganas de luchar y un ex presidente de México a su vera. No es poca cosa. Para lograr el puesto tuvo prácticamente que desbaratar al PAN, su partido de origen, sin muchos remordimientos, es verdad, y con la avaricia que pone en los luminosos ojos de los candidatos, la posibilidad de ser Primer Magistrado (a) de la nación.

No entendemos mucho de su plataforma política ni de sus propuestas de gobierno. Algunas –que apenas ha dejado entrever- no nos gustan demasiado: aparentemente quisiera continuar con la política de tener a militares y a la armada de México en las calles luchando por combatir el narcotráfico y a la delincuencia organizada, tal como lo hizo su esposo, Felipe Calderón en sus días como titular del Poder Ejecutivo.  Eran otros tiempos: hoy nuestras fuerzas armadas se manifiestan cansadas, con ciertos brotes de inconformidad por hacer una tarea que no les corresponde de facto, y que no tiene fin. La propuesta se antoja inviable.

Empiezan a surgir voces que hablan de dar marcha atrás: de fortalecer a las policías municipales y de dar a las entidades federativas más poder en estos menesteres, dado que son ellos quienes conocen lo que pasa en sus latitudes y quienes más interesados están en poner orden en sus casas. Habrá que ver qué piensa Zavala de este tema, con profundidad.

No es probable, de cualquier manera, que sea ella la primera mujer presidenta de México: apenas encabeza un movimiento independiente y va a ver el odio caer sobre sus espaldas encabezado por las huestes de Ricardo Anaya y por los que creen que el PAN perdió, más que haber ganado, con la salida de Margarita de sus filas.  La diáspora panista no les dará tiempo de recuperarse tampoco a ellos, sobre todo ahora en que tienen como cabeza visible a un hombre altamente cuestionado por su modo de vida y su manera de hacer negocios.

Margarita, empero, habrá de ser el fiel de la balanza: sumarse a Meade en el último momento, dará al PRI la victoria incuestionable y a ella la posibilidad de negociar caro su apoyo, con varios puestos de primer nivel en el gabinete, algunas embajadas y representaciones de Secretarías de Estado en distintas entidades federativas. Eso es, por lo menos, mucho dinero y mucho poder.  Nada malo en su cuenta de haberes y en un futuro que se antoja promisorio para ella, de cualquier manera.

El perdedor de este nuevo escenario político no es ya Ricardo Anaya, derrotado desde hace varios meses ya, sino Andrés Manuel López Obrador, que no contaba con la astucia del INE de dejar pasar a Margarita, su enemiga política de antaño. Margarita sumará indecisos a su causa: su imagen sencilla y serena le habrá de dar votos que perderán los otros tres contrincantes, volviendo la contienda aún más llena de lodo, más cerrada, con una definición que se dará en las urnas y que no hace sino señalar desde hoy que el INE ha vuelto a equivocarse al asegurar resultados a las 11 de la noche del día de los comicios. No será así de fácil. Habremos de verlo.

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