Conquista de derechos y pendientes

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

En estos días es obligada la relectura sobre la vida y obra de las mujeres que lucharon y en ocasiones ofrendaron su vida, bienestar y libertad por los derechos de las otras mujeres sin imaginar que muchas generaciones después el germen de sus ideas seguiría dando frutos, transformando vidas y que nuevas generaciones de mujeres han retomado o han propuesto nuevas libertades.

Hemos pasado del silencio al derecho de hablar, de opinar y de escribir, de estudiar, de construir, de conspirar (no como los hombres, sino a respirar juntas) y siempre a lo largo de la historia nos han mandado a callar de diferentes formas.

La retrospectiva suele ser engañosa. Por un lado pensamos que son muchos años de esperar para que se abrieran las puertas del conocimiento sin que nos dijeran brujas y nos quemaran vivas. Puede ser también poco tiempo si lo comparamos con todos los años de la historia humana en el planeta ¿Diez mil años?

Avanzar no significa caminar por un terreno parejo. Por eso la historia distingue a las primeras y quizá únicas. De esas únicas podemos citar a Trótula (Siglo XI), médica italiana que escribió un tratado de ginecología, maestra en la escuela médica salemitana, que habría que decir, excepcionalmente admitía maestras y alumnas. Mientras en Francia se persigue a las mujeres médicas, entre ellas Clarisa de Ruan, que incluso es excomulgada.

Y siguiendo a Ana María Portugal, periodista peruana que al final del siglo XX nos dejó Las Olvidadas del Milenio, una publicación de Isis Internacional, tendremos que resaltar a Murasaki Shikibu, autora de la Historia de Genji (1010) considerada la primera novela escrita en el mundo.

Y quizá una de mis favoritas, Christine de Pizan y su célebre obra La Cité des dames, una contribución feminista al debate de Les querelles des femmes contra la Orden de las Rosas, organización masculina que atacaba los escritos de Pizan. Su defensa por las mujeres la inició, a través de su pluma en 1399, en plena Edad Media cuando las mujeres tenían prohibido entrar a las universidades. Ella defiende a través de su escritura a las mujeres, pero sobre todo defiende el derecho de las mujeres a escribir. Trecientos años después vendrá Sor Juana en México.

Y si de ciencia se trata, quizá tengamos que pensar y reivindicar el hecho que plantea que fueron las mujeres las que descubrieron la agricultura, cuando recolectaban los frutos y observaron los ciclos de las estaciones. Y fue la agricultura la que detuvo a los pueblos, entonces nómadas, para establecer las primeras aldeas.

En este mismo sentido, Ana María Portugal propone a María la Judía, quien inventa en el año mil, entre otros aparatos usados por alquimistas y químicos, el baño María. Ese tan común y tan útil. Pero tendríamos que pensar en Hipatya, primera matemática, sacrificada por fanáticos.

Todas ellas y muchísimas más, cientos sin duda alguna, han cambiado la historia del mundo. Pero hay otras mujeres que en estos días cobran especial relevancia. Me refiero a las feministas, a esas mujeres que han sido emblemáticas en la persecución de derechos sociales como mejores condiciones de trabajo, a participar en la vida pública y a tomar decisiones sobre el cuerpo propio.

Tendríamos que recordar a Marie Gouze, quien cambió su nombre por el de Olympie de Gouges (1748-1793), actriz y escritora de teatro. En la Revolución Francesa demandó los derechos de las mujeres y las ciudadanas, como recordatorio por el “olvido” que los ilustrados franceses habían tenido al no incluir a las mujeres. Pero no fue olvido, lo sabemos, era parte de una decisión patriarcal, de una costumbre, que determinaba que en la vida pública las mujeres no tenían sitio. Ese y otros panfletos habrían molestado a ese poder de los hombres que decidieron guillotinarla tras un breve juicio.

Al mismo tiempo, quizá Gouges nunca la conoció, pero sostenían ideas semejantes, me refiero a otra precursora de los derechos de las mujeres, Mary Wollstonescraf, autora de la Vindicación de los derechos de la mujer (1792), sus propuestas, hoy vigentes, planteaban la igualdad entre los sexos, independencia económica de las mujeres y la participación política de ellas. ¿Les suena conocido?
Por razones de espacio debo dar el salto al siglo XX con las feministas socialistas que impulsaron lo que hoy conocemos como Día Internacional de la Mujer, entonces concebido y por mucho tiempo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, durante la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague (1910).

Hay una serie de acontecimientos que dan origen a esa conmemoración, por un lado la exigencia de mejores derechos para las mujeres en materia laboral, lo que dio origen a un movimiento de obreras en Nueva York, mujeres que demandaban jornadas laborales menores de 10 horas, que se fueron a huelga y que volvieron con las manos vacías, vapuleadas por la represión; también la exigencia de una participación política de las mujeres, el sufragio universal, el rechazo a la guerra y salían en masa y claro los derechos del cuerpo.

Así llegaron a Copenhague, Dinamarca, mujeres socialistas. Por un lado se atribuye la propuesta a las norteamericanas Lena Marrow Lewis y May Wood Simons, quienes desde 1909 habían iniciado el Woman´s Day en Chicago, y se dice que las socialistas europeas Clara Zetkin y Aleksandra Kollontái estuvieron de acuerdo en establecer un día por la reivindicación de los derechos de las mujeres. El primer día de la mujer se celebró en 1911, hace exactamente 107 años.

Hoy en infinidad de países hay dos tipos de celebraciones, por un lado la que efectúan las instituciones públicas, muchas veces se trata de firmas de acuerdos y anuncios de programas que no se cumplen. Hay actos académicos de discusión y presentación de libros, pero las feministas saldremos a marchar en la Huelga del 8 de marzo.

Si lo pensamos bien, podríamos en este 2018 escenificar un Copenhague, llevar proclamas a favor de las trabajadoras, que hoy somos todas, como por ejemplo, la igualdad salarial y castigos reales contra el acoso y el hostigamiento sexual en el trabajo. Y sí reivindicar la propuesta mundial de hacer visible el trabajo de cuidados, parar para que se note, lo que nunca se nota.

Y en este año electoral, como sucede en México, tendríamos que ser enfáticas en el derecho a participar sin violencia. La semana pasada en solo cinco días dos precandidatas fueron asesinadas en Guerrero. Tendríamos que alzar la voz contra la guerra que libra este país y que nos hace vulnerables a todas las mujeres y claro tendríamos que exigir acciones concretas, claras y efectivas contra la violencia hacia las mujeres.

Yo haría una propuesta más: menos discursos demagógicos y más respuestas en hechos concretos. Solo eso.

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