¿No hay salida? Eso nos incluye

SARA LOVERA

Este año cumpliré 50 de trabajo periodístico. Imaginen un instante, cuando empecé estaba en la presidencia de la República Gustavo Díaz Ordaz (1968), desde entonces a la fecha he visto pasar ocho gobiernos; siete campañas electorales, tres o cuatro reformas políticas, vi con esperanza lo que llamamos transición a la democracia, observé desde mi trabajo funcionarios y funcionarias, líderes obreros y la vida me colocó en el nacimiento de la segunda ola del feminismo.

En medio siglo he vivido claroscuros. Mi adscripción a lo que fue “la izquierda” me convocó a examinar, periodísticamente, muchos cambios y muchos retrocesos. Entonces no existía la revolución de las comunicaciones. Y era pálida la libertad de expresión. Escenifiqué aperturas y represiones; como reportera me comí decenas de discursos desde la tribuna del Congreso. He viajado sistemáticamente por el país, en campañas, por reportajes, asuntos como una gran crisis en el gobierno de Nuevo León; la caída de un gobernador en Coahuila y otro en Yucatán. Huelgas y protestas, actos protocolarios y promesas.

Mil cosas. Sufrí sistemáticamente por las y los pobres. Vi nacer la palabra Derechos Humanos y la creación de decenas de instituciones y grupos de trabajo. Algunos permanecen, otros se extinguieron.

He sido optimista y pesimista. Se diría, incluso, creí en muchos cambios, reales, empujados por la gente; vi nacer la moderna sociedad civil. La conversión de la protesta feminista en propuestas; el crecimiento de muchas iniciativas. También he conocido a muchas personas fantásticas, dentro y fuera del sistema. Logré amistades perennes.

Por eso esta mañana me interpela la afirmación de uno de mis queridos y apreciados amigos, periodista, al que conocí hace como 35 años, Francisco Rodríguez, creador de Índice Político, él dice, en una de cinco o siete columnas que escribe cada semana que, en esta hora de México, la crisis, “la que se ve venir es más profunda, estructural, terminal. Se trata de las patadas de ahogado de un sistema avasallado por sus propios operadores, a punto de perder lo más preciado: la libertad personal. El terror que campea es uno de los indicadores inexcusables de este aquelarre”.

Razona y define. El sistema está, desde su perspectiva, en fase terminal, no puede haber, mirando a donde se mire, ninguna salida. Antes existía la de la Revolución, cuando era joven. Hoy los del poder se han acabado todo. Incluso han nublado el avance de las mujeres en derechos y perspectiva. Por eso a nosotras nos debiera importar lo que sucede, lo que pasa, debíamos escribir, reflexionar, proponer. Tendríamos, por enésima vez que organizarnos y actuar. ¿No hay salida? ¿Cómo esta vorágine nos incluye? ¿qué debíamos mirar, sin derrotarnos?

Algunas contradicciones me acosan. En el sexenio terrorífico, conseguimos la paridad electoral, en el peor de los mundos. ¿Dónde está la voz de las mujeres en el proceso electoral? No la escucho, durante años recientes en cada elección nos juntábamos, pluralmente, proponíamos una lista de candidatas “confiables” y si era posible, feministas. Hacíamos un plan, un programa al que le llaman agenda. Hoy cero.

En esta inmundicia por primera vez hay mandato desde arriba para crear todos los dispositivos para lo que pudo ser una cruzada para amortiguar el machismo y el patriarcado. A cambio crece, todos los días, el crimen contra las mujeres, más de siete diariamente son asesinadas; menudean el hostigamiento callejero, el acoso laboral, las violaciones sexuales. Ello en un marco de crimen y delincuencia insoportable, que llega a nuestros cuerpos y a nuestras vidas.

Paco no deja una rendija posible: “los precios de los comestibles, de los combustibles y de los perecederos están por las nubes. Ya ni el Coneval puede dimensionar sus alcances, pues el asunto está realmente pavoroso. El peso se sostiene a golpe de maniobras especulativas de primaria que no aguantan un roce menor al que usted se imagine.

“Los controles políticos del sistema sobre sus gobernadores ya están más que archivados. Nadie hace caso de las recomendaciones ni de las solicitudes de apoyo”, “… para hacer candidatos a sus protegidos cedieron ante el peso de las que existen para cubrir a peces más gordos, que no deben hablar jamás”, será así, me pregunto, la selección de las mujeres, que también migran de un color a otro.

Y cuando se han creado el mayor número de casas de justicia para las mujeres, los cuartos rosas adicionales en pocilgas ofensivas, las casas de las mujeres campesinas y más de tres millones de empleos, vivimos discriminadas en los empleos, se ofende y acosa a las niñas y a las mujeres en las universidades, donde los rectores, maestros con títulos de doctorado, protegen y encubren a los malhechores.

Y mientras se anuncia que se ha extendido el seguro popular y se acabó con la quiebra en el IMSS, no hay reactivos para detectar el cáncer; médicos y enfermeras desconocen las normas oficiales para detectar la violencia y niegan la interrupción del embarazo, y la afiliación de las y los compañeros de vida del mismo sexo.

No hablemos de seguridad, es tremendo. Y como dice Paco los expedientes de los crímenes de Estado emblemáticos se archivan. Nadie ha dicho a México como se desviaron 200 mil millones de pesos de SEDESOL, encabezada por una que fue de las nuestras, Rosario Robles. Mientras las mujeres del campo y los cinturones de miseria viven pobreza alimentaria y viven en el miedo. Se mueren.

Y ahí están cotidianamente las huellas de sangre, donde quedaron los hijos de miles de mujeres, en las fosas clandestinas en “enfrentamientos” que nadie explica. Y para peor los medios de comunicación controlados, penosamente están alejados de la realidad, no solo reafirman la discriminación femenina, no solo escriben en masculino, sino que les vale un pepino las cifras de feminicidio y la desaparición, solo notas para vender.

¿Dónde quedaron la vida y los afanes de las mujeres? en el sexenio de denodadas tareas a favor de implantar en la cultura nacional la visión feminista o de género; tampoco se interpela a la justicia y a la impunidad, que principalmente se teje en las comisarías, ministerios públicos y juzgados. Ahí han quedado como referente, “estampadas en las conciencias nacional e internacional”, Atenco y Ayotzinapa, Tlatlaya y Tanhuato, más una decena aparte, calificados como actos de lesa humanidad, dice Paco: “han dejado una impronta profunda que exige castigo ejemplar a los culpables”.

Por supuesto no todo está perdido, si se lee seriamente eso de que hay una conciencia crítica que pide justicia.

En este panorama la fiesta electoral comenzó ya. Ningún candidato o candidata da confianza. En ninguna parte hay un programa, solo diatribas y discursos desangelados o furiosos, no razonados. No se llega ni a la promesa demagógica y la sensibilidad no existe. Como añoro a los políticos que conocí en los 70 y los 80; cuánto extraño a quienes decían México desde dentro, o revolución con la convicción.

Ahora todo es pragmatismo, ungen a personajes deshonestos o de risa; hablan de ganar y ganar, sin diagnóstico alguno, sin nada. Es una pena del alma, una desazón destructiva, una verdadera desgracia, mientras, lo creo, hay millones de buenas y responsables personas, y millones de otras que ni siquiera quieren pagar impuestos, nadie puede ser creíble. ¿Será que estamos en la fase terminal? ¿Con qué armas? ¿Con qué afanes? Que no sea la codicia y la mentira. Las mujeres, en silencio.

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