El maíz: crucial para el TLCAN

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Quién iba a decirlo: entre los puntos neurálgicos de las negociaciones que tienen lugar en relación con el Tratado de Libre Comercio, está el maíz. Elemento fundamental en la vida del mexicano -se consumen cientos de millones de tortillas todos los días en el país-, también se usa para alimentar al ganado bovino y a las aves de corral.  Se ha considerado que México es, sin duda, el país del maíz: a través del cual se tejen la vida y la cultura de nuestra nacionalidad.

Hoy Trump le tiene respeto al maíz. ¿Quién iba a decirlo? Nosotros no quisiéramos hacerlo pues nos coloca en una posición, por lo menos de vergüenza. Resulta que el maíz que comemos y que comen nuestros animales no se produce en México: viene de los Estados Unidos y es el producto que más venden los norteamericanos a México.

Da pena porque el maíz es originario de México.  Aquí lo conocieron los españoles en la conquista, y de aquí lo llevaron al mundo.  Su versatilidad le ha llegado a ser, hoy por hoy, el cereal de mayor producción en el planeta, por arriba del trigo y del arroz, inclusive. Si a esas vamos; los estudiosos han encontrado el lugar exacto del origen de tan popular gramínea: Tehuacán, Puebla. Si hubiéramos hecho algún tipo de concurso entre nuestros amables lectores, seguramente ninguno hubiera llegado a la específica conclusión del por qué se ubica en el municipio de Coxcatlán el origen del maíz: la respuesta la tienen los historiadores y los científicos en la materia: el microclima de esa región es tan seco, que permitió al maíz tierno prosperar y evitar la descomposición por la humedad.  Así, de Tehuacán al mundo, el maíz pronto se propagó en el planeta y en años más recientes, llegó a constituir una verdadera industria que da trabajo a cientos de miles de personas en los Estados Unidos y que tiene a Donald Trump cavilando cuando llega justo a este punto de las negociaciones.  Y es que los agricultores han puesto un ultimátum al presidente de los Estados Unidos: “Si perdemos a México como cliente, ello será devastador para la agricultura americana”.

Parece que los negociadores mexicanos ya descubrieron ese talón de Aquiles de Trump y han comenzado a buscar en todo el planeta a nuevos vendedores de maíz: Argentina y Brasil son una buena opción para desatar al llamado “cinturón del maíz” que está compuesto por los estados de la franja central de los Estados Unidos, donde se cultiva ese producto que tan bien recibimos los mexicanos, no solamente como materia prima para hacer masa para tortilla o salvado para los animales, sino como jarabe de maíz de alta fructuosa, glucosa, colorantes de caramelo, almidones, aceite comestible y hasta productos con o sin gluten, sin dejar de mencionar las hojuelas de maíz que tanto se consumen en los desayunos familiares. El negocio parece no tener fin.

No podemos dejar de mencionar que mucho del “voto duro” que siguió a Trump en la idea de preservar e incrementar los el número de trabajadores americanos en los Estados Unidos, tuvo un fuerte sostén en este “cinturón del maíz”.  Debilitar esta estructura puede traer a Trump perjuicios importantes en su accionar político cotidiano y en sus posibilidades de reelegirse para un segundo mandato.

Cuando en Estados Unidos se revisan las bondades y los perjuicios que ha traído el TLCAN a la Unión Americana, no deja de entrar en la lista de bendiciones la que corresponde al sector agrícola, que gracias al Tratado obtuvo nuevas fuentes de ventas que empobrecieron a los campesinos mexicanos a costa de enriquecer el campo norteamericano.  Las mejores técnicas de producción en aquella nación pronto permitieron la invasión de productos agrícolas a México a costa de desbaratar nuestra producción prácticamente de autoconsumo. La miseria se exacerbó en el campo mexicano para el que resultó imposible contender con un enemigo de mayor calibre.

Hoy las cosas pueden ser diferentes: si bien no es fácil pensar en dejar de comprar     maíz americano para reavivar nosotros la producción autóctona, sí es posible pensar en poner sobre la mesa de negociaciones al maíz como moneda de cambio. Exponer la decisión de reducir drásticamente la compra de maíz americano para sustituirlo por proveedores internacionales distintos, puede ser un jab bien colocado si se nos afecta en otros puntos sujetos a la negociación del TLCAN: como el Comercio digital, el mercado laboral, las reglas de origen, la propiedad intelectual, las telecomunicaciones o la industria textil, inclusive. Hay mucha tela todavía de donde cortar.

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