La importancia de la madre de familia

SAÚL MONREAL ÁVILA

Reflexionando sobre este próximo 10 de mayo, Día de la Madre, rememoramos esta frase del Papa Juan Pablo II que bien vale la pena recordar: “El futuro del mundo, depende en gran parte de la familia, ya que esta, es la base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida, lo cual lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz». Y agregamos: La gran figura central y aglutinante de la familia es sin duda alguna la madre.

Estas palabras de Juan Pablo II son más que nunca significativas y vigentes en la época que estamos viviendo de una escala de valores completamente trastocada y lastimada, como la sociedad que la sufre. En mi niñez recuerdo la afectuosa severidad de nuestros padres tanto de crianza como de sangre, pero especialmente a nuestra madre, que entre apapachos, regaños y tareas domesticas, pero siempre con el gran cariño que la sigue caracterizando, nos marcó en el alma el respeto; El amor a Dios; La unidad entre todos los miembros de la familia; Las tradiciones y costumbres que nos reunían, como navidades, semanas santas, nuestras tradicionales peregrinaciones con todos los miembros de la familia, el sentido de la responsabilidad y en suma, todo ese bagaje de convicciones que hoy siguen representando un lazo de cohesión y de unidad,

Y hoy, esto nos sigue uniendo, como a la mayoría de los mexicanos, pero es evidente el embate contra estos valores creados en el seno familiar y afectando la labor para inculcarlos y mantenerlos por las casi 33 millones de madres que habitan en nuestro país. Cada vez son más las mujeres que conducen una familia. Según el INEGI, 25% de las familias tienen a una mujer como cabeza, es decir, 1 de cada 4 hogares, 7 de cada 10 mujeres son madres. Tan sólo en la Ciudad de México, según registra esta dependencia, el 31% de los hogares son encabezados por una mujer, es decir, unas 750 mil familias dependen exclusivamente de su ingreso. De acuerdo con la Secretaría del Trabajo, su tasa de participación económica es de 38.4% en el ámbito nacional.

Otros datos: En nuestro país residen más de 40 millones de mujeres mayores de 15 años, de las cuales, 7 de cada 10 han sido madres y 8.2 millones de éstas, son madres solteras, divorciadas, viudas o separadas, a las cuales corresponde la crianza y manutención de sus hijos. Sin embargo, casi la mitad (45.9%) se encuentra en condición de pobreza, según INEGI.

Todo ello, sumado a las influencias de la TV, medios de comunicación y redes, donde los antivalores son objeto de culto, con la inherente dificultad de contrarrestarlos en el seno familiar, de la falta de tiempo suficiente para convivir con sus hijos a causa de largas jornadas laborales, o bien el freno al crecimiento personal y profesional por dedicar más tiempo a la familia, representan una enorme carga extra a las madres de familia, que a pesar de todo se esfuerzan para cubrir todos estos factores. Para entender la magnitud del reto solo necesitamos encender la TV y ver telenovelas, canciones o videos que son verdadera apología del delito, donde los nuevos antivalores como la violencia, las drogas y la muerte, son promovidos incesantemente, y sicarios, narcotraficantes o incluso políticos corruptos se convierten en los nuevos iconos culturales. Este es el verdadero fondo y origen de la oleada de violencia y degradación social que estamos viviendo.

Esto nos permite ver a las madres en la verdadera dimensión que le corresponde, como factor fundamental para crear la nueva sociedad que necesitamos, y por ello, apoyarlas como se necesita en este contexto y momento histórico. Es imperativo impulsar leyes a favor de las madres, especialmente dirigidas al creciente sector de las que son proveedoras y reducir las jornadas laborales de las madres cabeza de familia, como así lo recomiendan en general expertos en el tema de países mas avanzados, ampliar los periodos de lactancia, homologar los horarios de las escuelas y ampliar los de las guarderías, para permitir a las mujeres trabajar sin descuidar a los hijos o tener que dejarlos encargados.

Pero, además, enfrentamos otra difícil realidad, México ocupa el primer lugar de embarazos adolescentes en la OCDE. Al menos 11 mil niñas siguen engrosando la estadística nacional de mujeres entre los 14 y los 16 años que registran un embarazo a temprana edad. De acuerdo con las cifras del INEGI, esa situación ya ha alcanzado niveles alarmantes. A diario mil niñas de 10 a 19 años de edad se convierten en mamás en México, al grado que en 2014 hubo 374 mil 75 nacidos vivos de madres de entre los 10 y 19 años de edad, de los que 6 mil fueron en niñas menores de 14 años, de acuerdo con el Subsistema de Información sobre Nacimientos (Sinac).

Incluso hay registros de niñas embarazadas de 10 años de edad, lo que nos tiene que llevar a plantear medidas  de prevención y comunicación más efectivas para detener la creciente tendencia en primera instancia (una joven se convierte en madre adolescente cada minuto); para luego generar programas que aseguren que estas niñas mamás regresen a las aulas, que no abandonen sus estudios y tengan mayores oportunidades de mejorar su vida y en consecuencia la de sus hijos y en última instancia de toda la sociedad.

No podemos hablar de la regeneración del tejido social, asignatura básica si queremos el regreso de la tranquilidad social, (hoy perdida en los laberintos de la corrupción), sin la promoción de los valores básicos, labor imposible a su vez sin el concurso de las madres como factor fundamental para lograrlo, como así lo ha sido siempre en el transcurso de la historia del mundo. Ese es el tamaño de la importancia de la madre, y esa es la magnitud de la labor que ellas pueden realizar en esta complicada coyuntura que estamos enfrentando en nuestro México. Por ello reconocemos a las madres cada día y especialmente en este próximo día de las madres. No podemos menos que recordar el fragmento de una poesía de Alfonso de Lamartine, quien exclama: ¡Feliz el hombre a quien Dios dio una Santa Madre!

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