Universitarios en los pueblos

DANIEL ENRÍQUEZ ROBLES

La Revolución Cultural China

“China, 1967. Mao Zedong lanza la Revolución Cultural. Millones de estudiantes chinos de la ciudad son enviados al campo para educar a la aislada población rural”.

Con esta leyenda inicia la película del director francés Jean-Jacques Annaud, “El Último Lobo”, (2015), un drama basado en la novela autobiográfica de Lu Jiamin, en la que narra las vivencias de Chen Zhen, un estudiante universitario enviado a la región de Mongolia para enseñar a los pueblos nómadas de la región.

Estos jóvenes formados en las universidades citadinas, representaban al nuevo individuo que requería el mundo y el país chino: juventud de mentalidad abierta, usando la razón en su vida cotidiana, excluyendo los prejuicios y malos hábitos de las generaciones antiguas, preservando y poniendo en práctica valores y principios ancestrales que transformaron radicalmente la cultura de las comunidades rurales.

De las ciudades partieron autobuses repletos de jóvenes voluntarios (otros no tanto), dispuestos a realizar un servicio cultural con sus connacionales por dos años ininterrumpidos. Con maletas llenas de libros, se insertaron en las cotidianas vidas de jóvenes, mujeres, niños, adultos y ancianos que empleaban el conocimiento empírico como forma de subsistir en unas de las regiones más difíciles para la vida.

La Revolución Cultura China, fue una estrategia de Estado para que Mao Zedong recuperara credibilidad ante una oposición creciente que cuestionaba sus decisiones comunistas, así como también, dicha estrategia tuvo consecuencias graves en la Nación, pero mi objetivo no es ahondar sobre la historia política del país asiático, eso sería motivo de otro análisis más profundo; lo que me impulsa a escribir sobre este suceso es:

“La ACCIÓN CONTUNDENTE, de que la juventud estudiada en las Universidades, llevaran el conocimiento y la cultura a los lugares más alejados y apartados, donde estos baluartes de la Humanidad no florecían tanto”.

El planteamiento

Si alejáramos toda intención política-electorera, así como todo plan de manipulación ideológica, y pudiéramos realizar una propuesta similar en México, preguntémonos:

¿Qué sería de nuestro país, si los jóvenes universitarios enseñaran y aprendieran en las comunidades mexicanas?

¿Avanzarían los pueblos en el aspecto cultural o habría más problemas sociales?

Las respuestas a estas interrogantes serán hipótesis de las que no tendremos certeza, hasta que dicho planteamiento, una Revolución Cultural Mexicana, se llevara a cabo, lo cual nunca se haría una realidad, pues desgraciadamente, las visiones gubernamentales distan de educar al pueblo férreamente, puesto que saben que una sociedad educada no se deja manipular por un aparato que compra los derechos y garantías de los ciudadanos.

Es decir, en México se “medio educa” a una pequeña fracción de los más de 120 millones de mexicanos. Aún somos un país clasista, nuestro sistema educativo lo es también, pero valdría la pena imaginar un escenario nacional en donde el conocimiento saliera de los cubículos universitarios, de los laboratorios y las aulas de las máximas casas de estudio estatales, y echara raíces en tierras que están hambrientas de progreso.

Debo recalcar que no todo está perdido en nuestro país, y que esta publicación no pretende sumir al lector en el pesimismo que nos caracteriza a quienes miramos el mundo y lo describimos en letras, sino más bien, el escrito nace de un idealismo utópico similar al que visualizó el santo al que menos se le reza, dicen algunos, me refiero a Tomás Moro (¿sabía usted que fue canonizado el 19 de mayo de 1935?), autor de “Utopía”, donde describe los males de la sociedad de su tiempo, y proyecta un lugar ideal para la convivencia, pero no nos desviemos del hilo que llevábamos…

Debo señalar que la mayoría de las universidades mexicanas sí realizan actividades culturales a la ciudanía en general, a las que asiste una pequeña fracción poblacional, puesto que una persona desempleada o con un salario raquítico, seguramente se preocupará más por qué llevar de comer a la mesa familiar, que en buscar diversas actividades que alimenten su cosmovisión.

Quizás muchos lectores mencionen casos en donde las universidades y/o jóvenes realicen servicios gratuitos temporales a los ciudadanos, pero la propuesta es más ambiciosa, por ello, recomiendo leer el libro “El Último Lobo”, o conseguir la película, así podrán vislumbrar el poder transformador de los universitarios en los pueblos.

Así como también, debemos informar a la ciudadanía que pueden acercarse a las universidades a recibir información, asesoría y capacitaciones en los distintos proyectos que quieran impulsar, puesto que el carácter público de dichos institutos los convierte en sistemas abiertos que bajo los lineamientos oficiales contribuyen al bienestar social, siendo para muchas escuelas, parte de la Misión que las sostiene.

Algunos casos que conozco

1) La población organizada del municipio de Pánuco, hace un par de años acudió a la Universidad Autónoma de Zacatecas, para que los guiaran al realizar proyectos comunitarios, obteniendo ayuda de la parte académica, asesorando  la creación de huertos familiares, criaderos grupales de pollos y otros animales, técnicas de conserva de alimentos y hortalizas, elaboración de abonos orgánicas, entre muchos ejemplos más.

2) Productores de la región central zacatecana, Calera, Morelos, Villa de Cos, Fresnillo y demás municipios agrícolas, han acudido a la Máxima Casa de Estudios a realizar pruebas físico-químicas y organolépticas, con el objetivo de generar materias primas de mejor calidad para, así como también, existen dependencias públicas como la SAGARPA, quien mediante Asociaciones y Grupos Técnicos, siendo el INCA Rural uno de ellos, ofrecen capacitaciones y atención especializada para que los productores desarrollen innovaciones en sus procedimientos de siembra, plantación, cosecha y mercadeo de sus productos.

3) En el municipio de Vetagrande, Zac., se ha hecho difusión de la vida y obra de José Refugio Reyes Rivas, nacido en la comunidad de Sauceda de la Borda, el 02 de septiembre de 1862, conocido por la vox populli como “El Arquitecto sin título” o “El Arquitecto Empírico”, pues nunca tuvo estudios formales sobre dicha profesión, participando y construyendo diversas edificaciones, como el Templo de Guadalupito, la Capilla de la Hacienda de Tacoaleche, el Mercado de Guadalupe, el Mercado Jesús González Ortega, todos ellos en tierras zacatecanas, así como otros en el estado vecino de Aguascalientes, siendo algunos ejemplos: el Templo de San Antonio, el Templo de la Purísima Concepción, el Museo de Aguascalientes, el Hotel Francia, el Santuario de nuestra Señora de Guadalupe, el Hotel París, y la lista continúa.

Debido a su amplia obra arquitectónica, recibió en 1985 el título post mortem” de arquitecto, por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, quién ha rendido homenajes y editado libros para que los zacatecanos valoremos y reconozcamos la vida de hombres que nos han precedido en la existencia.

4) El año 2016, vio llegar en diversas misiones serviciales, jóvenes estudiantes y profesores de la Universidad Nacional Autónoma de México, con el objetivo de realizar estudios sobre el clima, la historia local, la demografía, el relieve, las actividades productivas y económicas de la comunidad de Sauceda de la Borda, Vetagrande, pero más específicamente, están trabajando en generar las mejores condiciones arquitectónicas para que los jóvenes zacatecanos de esta comunidad puedan estudiar en un lugar seguro, confortable y propicio para el aprendizaje.

Docentes zacatecanos acudieron a la UNAM a solicitar apoyo para la construcción de una escuela preparatoria, ahí se les atendió amablemente y acordaron una primera visita; los universitarios llegaron a la comunidad, se insertaron en ella (algo parecido a los jóvenes estudiantes chinos en 1967): platicaron con la población, durmieron en casas de los habitantes, compartieron el pan con las familias, al igual que sus experiencias sociales, estudiantiles y profesionales.

Sucedió, pero imagínelo: los universitarios caminando por las calles de Sauceda de la Borda, Vetagrande, El Lampotal, La Era, Tacoaleche y el Centro Histórico de Zacatecas, tomando fotos a las casas y construcciones emblemáticas, anotando datos y coordenadas en su libreta de mano, para geolocalizar con su smartphone lugares importantes, charlando y revisando documentos históricos con el Cronista Municipal de Vetagrande Raymundo Lira, pero lo más importante, de acuerdo a mi punto de vista, siempre interactuando con los adolescentes y jóvenes, compartiendo sus experiencias con los alumnos preparatorianos, acción que relaciono mucho con la Revolución Cultural China expuesta al inicio de esta columna.

Los universitarios Eduardo Castillo y Alonso Gordillo, platicaban de manera muy cercana con los estudiantes de preparatoria, sobre las actividades que realizan en la UNAM, alentándolos a que continuaran sus estudios, que soñaran muy alto, que no tuvieran limitantes.

Lalo y Alonso, como eran nombrados por todos, en años anteriores habían tenido la oportunidad de viajar al extranjero a realizar estudios; uno de ellos a Praga, visitando la mayoría de los países de Europa central, mientras que otro viajó a Argentina y países de Suramérica. Por obvias razones, ambos jóvenes cuentan con un cúmulo de experiencias muy enriquecedoras sobre lo que significa la vida, el materialismo, el senderismo, la familia, el estudio, la cultura, la política, y demás saberes que a veces no los hayas en las escuelas, sino en el propio andar de la vida.

Tuve la fortuna de ver cuando platicaban sobre ello, y los estudiantes zacatecanos se mostraban motivados, decían cosas como: “yo me voy a ir a estudiar a la UNAM”, “yo quiero conocer a las mujeres de República Checa”, “qué padre ir a la Patagonia y ver a los pingüinos”, “yo quiero estudiar arquitectura”, etc. Lo relevante aquí es lo siguiente:

¿Por qué no darle este tipo de modelos a seguir a nuestros estudiantes?

¿Por qué no valorar el tipo de ciudadano que se forja en las universidades de México, y ponerlos en contacto con los niños, adolescentes y jóvenes de grados inferiores?

¿Por qué la Secretaría de Educación Pública no reordena sus acciones y programas, en pro del acercamiento y fortalecimiento, entre el servicio estudiantil universitario con los problemas sociales que existen en nuestro país?

¿Por qué el Estado observa con menosprecio el pensar y actuar de la juventud, cuando dicho sector es la fuerza productiva que sostiene las actividades más importantes de la Nación?

Los ciudadanos de hoy tenemos que estar atentos a lo que acontece en nuestro contexto inmediato, observar, preguntar, conocer, escuchar y apoyar las causas nobles. Abrirle camino a todo proyecto que impacte a un grupo amplio de personas. Si eres universitario, profesionista, o tienes la manera de ayudar a los demás, no dudes en hacerlo, pues la acción positiva que se realiza, por más pequeña que sea, al realizarse de manera generosa, se multiplica y acrecienta en el corazón de las personas.

Amisté con los jóvenes universitarios mencionados, Eduardo Castillo y Alonso Gordillo, así como otros más, que por descuido mío no recuerdo sus nombres, pero no son menos importantes, quedándome como recurso el citar mi agradecimiento general al Colectivo Universitario de Arquitectura Aplicada” del Taller de Arquitectura “Max Cetto”, guiado por el Arq. Álvaro Lara C., quien seguro sabrá ampliar mi gratitud a todos los colaboradores del proyecto arquitectónico integral que se está desarrollando en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, y se estará presentando en mesas de diálogo de la misma institución.

Por ello, resulta para mí un gusto, que en la estancia de los capitalinos por nuestras tierras zacatecanas, los presenté con personas que para mí son de amplia estima y mucho respeto, personas con visión política, educativa, artística, turística, gastronómica, económica, histórica, y por qué no decirlo, hasta unas amigas guapas de nuestra región, para que vean que en Zacatecas hay más que plata, cantera y mezcal; el caso es que sostuvimos tertulias formales e informales en donde la interacción fue el platillo fuerte, por ello, mando un saludo a quienes mantuvieron las puertas abiertas a jóvenes universitarios que trabajan todos los días en mejorar este país.

Muy agradecido con: Marelin Verdín Cortés, Samanta Casanova Saldaña, Raymundo Lira Quiroz, José Juan Escalante Trejo, Luis Ricardo Martínez Arroyo, Zeferino Jiménez, Jaime E. Cortés, Berenice Castillo, Gilberto Llamas, Ana María Reyes y Familia, Patricia García, Omar Lechuga H., Norma Patricia Arteaga, Abraham Nájar, Brenda Jazmín Nava, Miguel Pérez, Ernesto Medina y Familia, Osvaldo Ávila, Erick Aranda, Emmanuel Medellín, Maricela Nava, Javier Acosta, Patricia de Lira Gómez y Académicos de la Unidad de Ciencias de la Tierra (UAZ), Adrián René Aguilera, la Sra. “Cachita”, Andrea Ahumada, Margarita Cerros, Sareli Guerra, Pedro Luna y Familia, Ramiro Medina, Víctor Eduardo, Jorge Hernández, Juan Daniel y demás personas que estuvieron al tanto del bienestar de los jóvenes universitarios de la UNAM.

La Revolución Cultural nunca nos será instruida oficialmente por el estado mexicano (espero equivocarme), mucho menos como la impulsada en China en 1967, pero alimentemos en nosotros el espíritu de servicio a los demás, participemos en la mejora de nuestros pueblos, barrios y comunidades, pues hoy que vivimos tiempos de alienación social, téngalo por seguro que servir es una conducta revolucionaria.

“El porvenir de los pueblos está en la libre iniciativa de los jóvenes.

Grandes naciones son aquellas cuyos ciudadanos tienen el hábito de la iniciativa libre”.

José Ingenieros, “Las Fuerzas Morales”.

Twitter: @Velvetfusca

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