Mi encuentro con el diablo

ERNESTO GONZÁLEZ ROMO

Enrique Laviada llegó como siempre, activo y distraído, energizante y en paz, en contradicción permanente como siempre. Tomamos una mesa y rápidamente la bautizó como “la mesa para hablar del Peje” y en ella se fueron sentando invitados fugaces que ayudaron a romper el hielo.

Enrique comenzó cuestionado la inteligencia del Peje, el candidato que encabeza las encuestas rumbo a la presidencia de la República, y que según los pronósticos de Laviada será derrotado por sus propios errores, después argumentó con sabiduría que un padre que carga el dolor de no saber el paradero de su hijo, tiene todo el derecho del mundo a decir lo que quiera, sin ser cuestionado como provocador, pues ese dolor no merece ser juzgado, ese dolor debe comprenderse y Andrés Manuel estaba obligado a ser más cariñoso con aquel padre.

Después de aquellos argumento y envalentonado por la cafeína, Laviada arremetió de nuevo contra López Obrador por insinuar que el ejército estaba involucrado en Ayotzinapa, su argumento central es que las fuerzas armadas son las únicas con credibilidad para sostener a las instituciones del país y no merecen ser cuestionadas sin tener pruebas, ahí vinieron a mi mente los casos de Tlatlaya, Calera y el Tec de Monterrey, donde se acreditó que los militares participaron en violaciones flagrantes a los derechos humanos y pude interrumpirlo: “a ver Enrique, López Obrador no es perfecto” y es que las últimas investigaciones científicas demuestran que Andrés Manuel es un ser humano, con errores y aciertos como el resto de los mortales, pero ninguna investigación, ni periodística ni gubernamental, ha demostrado que López Obrador sea corrupto, como la mayoría de los políticos mexicanos.

Me pasó lo mismo cuando intentaba convencer a mis amigos de votar por Laviada, se quejaban de que era mal hablado, cortante, directo y yo les respondía que no necesitaban un santo para gobernar Fresnillo, que yo les ofrecía al diablo para que gobernara el infierno.

Hoy pasa lo mismo a nivel federal, Andrés Manuel, con todo y su terquedad, es el único proyecto viable para enfrentar la inseguridad, la deuda, la corrupción y la entrega de nuestros recursos naturales, frente a la peligrosa dependencia que tenemos de la economía norteamericana, el proyecto de desarrollo nacional propuesto por Morena es la única alternativa para enfrentar los embates de Donald Trump contra nuestro país y nuestros paisanos.

En ese momento, Laviada me confesó que pudo asistir al desayuno organizado por la alcaldesa impuesta Judit Guerrero para recibir a Juan Ramón de la Fuente, en ese desayuno, el ex rector de la UNAM se decantó por apoyar a López Obrador, lo hizo porque lo reconoce como la única figura capaz de sacar al PRI de Los Pinos.

Aquella mesa se levantó con muchas conclusiones: Laviada seguirá participando en la política por el resto de su vida, no podría dejarla, pero no será candidato nunca más, será un crítico permanente de Andrés Manuel y escucharlo nos ayudará a conocer nuestras debilidades, porque más allá de lo que digan las encuestas, en Morena debemos escuchar más a nuestros críticos y dejar de hablar entre nosotros para responder con astucia y seriedad a las exigencias de una sociedad que cada día cree menos en los políticos.

No podemos conformarnos con que la gente nos apoye porque somos los únicos que podemos derrotar al PRI, necesitamos motivar a los ciudadanos para que salgan a votar, convencidos de que un proyecto alternativo de Nación nos ayudará a superar la corrupción y la marginación endémica de nuestro país.

Debemos entender que el 2018 será una guerra a matar o morir, al ganar la Presidencia de la República tendremos la oportunidad de gobernar por muchos años este país, pero al perder, tendremos que esperar muchos años para que las condiciones vuelvan a ser tan favorables como hoy.

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