Jesús González Ortega, el casi presidente

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

En el atrio de la iglesia de San Miguel Calpulalpan, tránsito obligado de las peregrinaciones guadalupanas, que arriban a la Basílica no sin antes detenerse en este histórico lugar, para introducirse luego al municipio de Jilotepec, a fin de evitar la peligrosa carretera México – Querétaro y el transitado Anillo Periférico, dado que los peregrinos caminan hasta el santuario más importante de la nación –y uno de los más significativos del mundo, sin duda alguna-. Continúan su recorrido hasta Villa del Carbón y descienden por allí a Atizapán de Zaragoza, con el fin de introducirse a través de Tlalnepantla al nicho de la Virgen morena.

Lo relevante de estas peregrinaciones es que en Calpulalpan precisamente, en su diminuto centro histórico, existe una estatua del zacatecano Jesús González Ortega, que permanentemente tiene ofrendas florales de los peregrinos que se detienen a verla y a rendirle honores en su camino al templo mariano.  El ofrecimiento de las flores no sólo es al héroe zacatecano, sino a la confusión que su sola efigie ha provocado, pues le consideran un personaje digno de veneración y punto de especial recogimiento en toda peregrinación que se respete. ¡Tal vez hasta milagros ha obrado en favor de los devotos!

El 22 de diciembre de 1860 fue librada la batalla decisiva entre el ejército mexicano y los conservadores en San Miguel Calpulalpan, venciendo al general Miramón y sus huestes, las aguerridas fuerzas Juaristas.  El artífice fundamental de esta batalla, fue don Jesús González Ortega, a quien la historia ha terminado por denominar como “el Héroe de Calpulalpan”.

Jesús González Ortega nació el 20 de enero de 1822 en la hacienda de San Mateo, jurisdicción de Fresnillo. Estudió en Guadalajara y vivió en el pueblo de San Juan Bautista del Teúl.  Desempeñó puestos modestos en la administración pública, como juez y secretario del ayuntamiento. Escribió en “El Pobre Diablo”, semanario satírico y editó el semanario liberal “La Sombra de García”.

En 1852, al ser proclamado el Plan del Hospicio para derrocar a Mariano Arista y sustituirlo por López de Santa Anna, González Ortega se levanta en armas, apoyado por José María Sánchez Román, para juntos vencer a las fuerzas de Santa Anna en Tlaltenango.

Al triunfo del Plan de Ayutla en 1855, es nombrado jefe político del partido de Tlaltenango. En 1856 es electo diputado al Congreso Constituyente de la Unión y, posteriormente, es diputado al Congreso local y Gobernador del Estado a la renuncia de Javier de Parra.

En 1860, Juárez lo nombra General en Jefe del Ejército, donde vence a los conservadores en San Miguel Calpulalpan, hecho con el que termina la Guerra de Reforma. El primero de enero de 1861 entra triunfante a la Ciudad de México.

Posteriormente es designado nuevamente Gobernador Interino de Zacatecas y Gobernador Constitucional del mismo Estado, hasta llegar a ser Ministro de Guerra. Llegó a ser Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Fue defensor de Puebla en la Intervención Francesa.  Fue tomado prisionero y conducido rumbo a Francia, pero escapó al pasar por Orizaba.

En enero de 1864, envió a Juárez una comisión para pedirle que renunciara a la Presidencia de la República; petición que no es atendida, pero el 18 de noviembre de 1865 sale rumbo a México para presentar su protesta por la prórroga de Juárez en la Presidencia.  Se le somete a juicio de arraigo.

Luego de haber sido expatriado a los Estados Unidos, regresó a Zacatecas, se presentó ante el gobernador Auza y le pide que lo reconozca como Presidente Sustituto de la República.

La detención de González Ortega es, sin duda, uno de los episodios más dramáticos, dado que se efectuó en 1867, cuando Benito Juárez visitaba Zacatecas en su recorrido triunfal hacia la capital del país. El origen del conflicto tiene que ver con la decisión de Juárez de prolongar su mandato como Presidente de México, ya que el general zacatecano, a partir de esa fecha, estaba llamado a ocupar esa posición, pues en su calidad de Presidente de la Suprema Corte de Justicia, era también virtual vicepresidente del país, con derecho entonces, a hacerse cargo de la Presidencia ante la ausencia del mandatario.  La actitud de Juárez fue poco generosa con el héroe de Calpulalpan.

Tras ser aprehendido, el general zacatecano fue trasladado en forma misteriosa a Saltillo y luego a Monterrey, donde lo mantuvieron preso durante casi dos años.  Uno de sus más fieles amigos, el gobernador de Durango, José María Patoni, fue asesinado al abandonar la prisión.  González Ortega fue obligado a hacer pública su decisión de retirarse a la vida privada, renunciando a los títulos de que la nación lo había investido, luego de ser desconocidos estos, por el Presidente Juárez.

Jesús González Ortega sigue ganando batallas populares, como la del pueblo de Calpulalpan, donde le llenan de ofrendas, sea por confusión o por veneración. Permanentemente –sobre todo en los últimos meses del año, cuando se acerca el 12 de diciembre- su estatua se ve visitada y santiguada por tantos. ¡Quién iba a pensar que el liberal zacatecano, atacado durante muchos años por su antagonismo a la Iglesia, sea hoy un cuasi santo de la religiosidad popular!

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