Violencia escolar, el estado y la familia

MANUEL IBARRA SANTOS

La violencia escolar, que se  ha constituido en un flagelo endémico  de la sociedad contemporánea, es una responsabilidad, sí, que compete en su combate y prevención, a los docentes, a las autoridades, a los padres de familia, pero sobre todo al aparato de Estado y a sus instituciones y agencias.

Parcializar irracionalmente e interpretar de manera sesgada el fenómeno sólo como compromiso de una sola institución, sin precisar ni definir el papel que tiene frente así el Estado, es fallar a la verdad, lo que implica emprender la ruta del fracaso.

 La violencia escolar, que tiene múltiples aristas, victimiza en la actualidad,  a más del 80 por ciento de los alumnos de educación básica y media superior en Zacatecas. Los efectos que deja son devastadores.

Pero se tiene que reconocer con honestidad, que hoy en día se carece de un procesamiento correcto de las causas y efectos de la violencia en la escuela, porque no se cuenta con  modelos de intervención eficientes y se incurre en bastantes ocurrencias en el tratamiento del fenómeno, debido a que no se ha profesionalizado su estudio.

Un plan integral de convivencia escolar que prevenga de manera efectiva la violencia tendrá que considerar cambios significativos en los centros educativos y en el profesorado, en los estilos docentes, en las relaciones inter/personales, en las metodologías, en el modo de organización de la escuela, pero también en la selección y estructuración de los contenidos curriculares.

Es muy importante poner en marcha equipos de mediación y de tratamiento de los conflictos en cada centro educativo, de carácter mixto e interdisciplinar, integrados por profesorado, alumnos, padres y madres y profesionales del ramo, como psicólogos, psiquiatras, educadores sociales y psicoterapeutas,  con espacios y tiempos, en el que el trabajo cooperativo entre iguales, la atención individualizada, la ayuda en propuestas de diversificación curricular, la comunicación y el diálogo permanente, sean la norma y no la excepción.

De igual forma, es pertinente la creación de una agencia especializada o de un observatorio de convivencia escolar, con funciones precisas y composición plural, con autoridad moral y autonomía suficiente, con financiación adecuada, para investigar, analizar, sensibilizar, ayudar, programar, orientar y evaluar, así como para hacer propuestas viables en los respectivos planes de convivencia en las escuelas.

Pero lo primero que se tendrá que hacer es reconocer las aristas multicausales de la violencia escolar en nuestra época, a fin de atender el problema con certeza metodológica y capacidad profesional.

Los nuevos componentes de la violencia

Al menos dos componentes emergentes en la sociedad actual, han complejizado el fenómeno de la violencia escolar: uno de ellos tiene que ver con la influencia negativa de los grupos del crimen organizado que han penetrado en variados casos hasta el corazón mismo dela escuela y el otro está asociado al impacto en el uso de las redes sociales.

Constreñir y limitar la acción en el combate y prevención de la violencia escolar a la familia y excluir la responsabilidad que tiene el Estado/gobierno, puede resultar engañoso. Al final, la simulación será elevadamente costosa para la sociedad. Tampoco es conveniente criminalizar la función de los docentes.

La sicarización de la escuela

Ante la presencia de los grupos criminales que han “sicarizado” a la escuela, debemos preguntarnos: ¿será suficiente acaso la intervención aislada de los maestros y de los padres de familia?. ¿Podrán por si solos con esta hidra de mil cabezas?

Dónde queda entonces la responsable intervención del Estado/gobierno para combatir la impunidad.

Los retos actuales

El fenómeno de la violencia escolar tiene que ser abordado con una visión de integralidad.

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