¿Trump, dictador?

RAÚL SILVA TORRES

Desde la xenofobia de Hitler en Alemania, al fascismo de Musolinni en Italia, un nuevo mandatario estadounidense se erige como dictador: Donald Trump.
El 20 de enero el magnate neoyorquino se convirtió oficialmente en el presidente número 45 de los Estados Unidos, uno que promueve la discriminación racial, la misoginia y el fanatismo del poder.

Desde su precampaña se mostró como un candidato incapaz de aceptar criticas, intolerante, explosivo, arrogante, controlador; características que poseen los dictadores y tiranos, de esos que los líderes estadounidenses suelen combatir.

Quizá esta será la primera ocasión en que los “gringos” vivan en carne propia lo que es lidiar con un dictador, es decir, que Estados Unidos se enfrentará a uno que habitará en su propia casa, por lo menos los próximos cuatro años.

En sus discursos, el ahora presidente se ha declarado enemigo de los mexicanos y latinos inmigrantes, y de los musulmanes, su ideal es construir una nueva América de blancos, motivo por el que ha invisibilizado a los afroamericanos.

Pareciera que Trump desea seguir los dogmas de la Alemania nazi, con la persecución de judíos a manos de la milicia de Adolfo Hitler. En Estados Unidos la persecución sería contra los latinos, los mexicanos, especialmente.

“Vamos a seguir dos reglas simples: comprar a americanos, contratar a americanos” fue el principal mensaje de Trump en su toma de posesión en la Casa Blanca. Con lo que promueve que se niegue empleo y servicios a otros grupos raciales.

Su idea de hacer grande de nuevo a América se enfoca en el fortalecimiento de la economía de Estados Unidos mediante una especie de fascismo al más puro estilo Musolinni.

Ahora controla el reciente 115 Congreso de Estados Unidos, donde los republicanos son mayoría en las cámaras de representantes y senado, que ya tiene la encomienza de desmantelar el Obamacare, el sistema de salud de ese país.

Bajo sus designios, Donald Trump ha inciado una política de amenazar y chantajear a las grandes compañías, como las automotrices, para que frenen sus inversiones en México, de lo contrario incrementará los aranceles por producir fuera de su país.

Lo cierto es que el mandatario estadounidense ha aterrizado en la realidad, pues de pretender deportar a 11 millones de inmigrantes sin estatus legal de residencia, ahora ha reducido la cifra a más de 2 millones, exclusivamente quienes tienen historial criminal.

Aunque, de acuerdo al Migration Policy Institute, únicamente 690 mil indocumentados han cometido algún tipo de delito grave, que equivale al 6.3% del total de la población indocumentada.

Eso quiere decir, las cifras de Trump son erróneas y que el 93.7% de los indocumentados que viven en Estados Unidos son gente honesta y trabajadora.

Con esta praxis de persecución contra los latinos se pone en riesgo las familias, ya lo ha advertido Anthony Romero, director de la Unión Americana de Libertades Civiles por arrestos injustificados y detenciones equivocadas.

Ha quedado claro que para Trump, México es un rival fácil de vencer, no es prioridad para su política exterior. Su prioridad serán las relaciones bilaterales con China, Rusia y la Unión Europea, es decir, las grandes potencias.

A México, el republicano, lo puede dominar fácilmente porque siempre hemos estado bajo el dominio de Estados Unidos no sólo en lo económico, también en lo político, muestra de ello es la sumisión de Enrique Peña ante la insistencia de construir el muro fronterizo y que México lo pague.

La crisis del país se agravará con la suspensión de inversiones provocadas por Trump, las deportaciones masivas, la devaluación del peso y el incremento de las gasolinas.

Al parecer, México no tiene plan para hacer frente a ese panorama que pinta económicamente terrible para los mexicanos de ambos lados de la frontera.

* Periodista Independiente

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