El voto ciudadano, la Iglesia y el derrumbe del pensamiento conservador

* Sin el papel de las Iglesias no puede entenderse la transformación de la sociedad actual

* La revolución ideológica que experimenta la religión católica con el Papa Francisco

* El rol de las iglesias en las sociedades democráticas con estructuras planificadas

MANUEL IBARRA SANTOS

Los obispos mexicanos han convocado al voto ciudadano en estas elecciones, en instantes en que la crisis ética de la política ha adquirido dimensiones de tragedia nacional y en una etapa de la historia en que las aguas tranquilas de la catolicidad anquilosada en la tradición y en la nostalgia son agitadas radicalmente por el torbellino del liderazgo del Papa Francisco, que amenaza con llevar al derrumbe del pensamiento conservador, para sustituirlo por uno renovador que evite la caída del edificio moral de la iglesia.

La fuerza de las ideas políticas de Jorge Mario Bergoglio como actual jefe del Estado Vaticano y líder universal de la Iglesia ha logrado no sólo el deshielo del viejo modelo comunista cubano, sino muchas otras extraordinarias transformaciones sin las cuales no puede entenderse el escenario de la sociedad global de nuestro tiempo, solo comparados con los cambios mundiales registrados en 1989 con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la Rusia Socialista, por la influencia moral de Juan Pablo II.

Los integrantes del Episcopado Mexicano al convocar a los ciudadanos al ejercicio del sufragio pleno, sin deslindarse de la vieja concepción instrumental de la mercantilización del voto en el mercado de la democracia clientelar,  lo que hace es procurar sólo la reivindicación de su presencia social, alejados de compromiso de constituir una nueva conciencia colectiva, para el beneficio de la Nación.

La Iglesia, como lo plantea el Papa Francisco (-quien aseguró, por cierto, que él nunca ha comulgado con las ideas de la derecha-) tiene frente a sí  misma la responsabilidad de cuestionar todo régimen de privilegios y de impunidad, para crear un entorno de mayor igualdad y justicia para todos.

Hay que reconocer que tenemos una nueva realidad en este ámbito: en el contexto mexicano de cara a los comicios del siete de junio próximo, la Iglesia representada por el Papa Francisco busca posicionar un evangelio social con los pobres, los derechos humanos y la justicia social, que choca con el tradicional conservadurismo clerical que ha existido por años en nuestro país. Esta experiencia representa una ruptura ideológica radical.

En sus intervenciones públicas insiste el pontífice en un deslinde con los sectores conservadores, hecho que incomoda no sólo a la estructura de la curia romana, sino igual a muchos episcopados, incluyendo a la jerarquía católica del país. Esto por si sólo puede representar un cambio de fondo y un giro político excepcional, sobre todo si consideramos, conforme a datos del INEGI, que el 83% de los mexicanos son católicos.

Ha dicho Jorge Mario Bergoglio que se tiene que encontrar un nuevo equilibrio en el trato con la sociedad, porque si no de lo contrario el edificio moral de la iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el aroma de la tradición en el dogma religioso.

Como nunca los católicos al seno de su institución religiosa viven una gran revolución ideológica, que bien podría impactar, en el mediano y largo plazo, en el perfil del pensamiento plural de la sociedad mexicana. Sólo el tiempo lo confirmará o lo negará.

La Iglesia y su función en la sociedad planificada

En las sociedades reguladas por estructuras altamente planificadas, las iglesias deben despeñar un papel no sólo espiritual, sino también en formación de los valores en la convivencia democrática, que ayuden a producir riqueza cultural y que eleven las condiciones de vida de la sociedad, como lo sostiene el sociólogo Karl Mannheim (1983-1947), en sus obras dedicadas a analizar las cuestiones relacionadas con la libertad y el poder.

El filósofo francés Jaques Maritain (1882/1973) afirma, por su parte, que las religiones, en particular la católica, tendrá que aportar a la democracia varios elementos entre los que destacan los siguientes: el sentido de fraternidad humana; el espíritu ético del deber social; y el principio de la cooperación plural entre los diferentes.

Las religiones no pueden ser enemigas, jamás, de la idea empeñada en la conformación de una sociedad abierta, plural y realmente democrática, en donde el factor ético de la justicia prevalezca.

La crisis de la estructura de la Iglesia Católica en México

No obstante la presencia hegemónica de la Iglesia católica en el país, su estructura padece una crisis de envejecimiento y de representación, con un ejército de poco menos de 17 mil sacerdotes (uno por cada 6300 feligreses, de acuerdo a fuentes del Vaticano), cuando en la época de la colonia era uno por cada mil habitantes.

Hoy las Iglesias tienen un compromiso  no sólo con el desarrollo espiritual,  sino también cultural y democrático de la Nación.

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