El valor de la confianza en política y el otoño de la democracia

* Sin confianza política surge la inestabilidad, la ingobernabilidad y la carencia de legitimidad

* La confianza en una sociedad determina sus niveles de prosperidad colectiva

* El impero de la Ley y el respeto a la legalidad, principio básico de la confianza

MANUEL IBARRA SANTOS

Ahora que el otoño violento ha puesto en crisis a la democracia y en general al sistema político mexicano, por la serie de actos encadenados de violencia criminal en distintos puntos de la geografía nacional, indispensable es repensar la importancia ética de la confianza, como valor supremo para producir prosperidad económica y social. Sin este componente no puede crearse desarrollo en ninguna parte de la República. Tampoco en Zacatecas.

Por eso, la democracia, la política y la economía sólo pueden producir prosperidad en los ciudadanos, si ellos confían entre sí y sí confían a la vez en las elites políticas, en los gobiernos y en las instituciones del Estado. Sin este ingrediente fundamental no puede haber avance alguno. Pero peor aún, la ausencia de este valor, puede conducir a procesos peligrosos de desestabilización y a crisis agudas de credibilidad. En esta circunstancia se encuentra México, en un colapso y caída estrepitosa de sus niveles de confianza.

Sin el factor de la confianza, entonces, la sociedad, el sistema político, la economía y el engranaje público se convierte en una máquina sin aceite, sin combustible, que trabaja mal y, en consecuencia, no cumple con sus funciones esenciales.

La confianza es igualmente el mecanismo determinante en la aparición de capital social, <entendido desde la visión sociológica no economicista, como la capacidad de los sujetos sociales en favor de la acción cooperativa para el logro de fines colectivos>, elemento que es necesario para el desempeño óptimo de las estructuras políticas y económicas de las naciones.

Las sociedades de alta y baja confianza

Hoy en día no es descabellado clasificar a las naciones del mundo de acuerdo a sus niveles de confianza, como bien lo hizo el autor del libro “El Fin de la Historia y el Último Hombre”, el politólogo Francis Fukuyama (1952…) en su obra “Confianza: Las Virtudes Sociales y la Capacidad de Crear Prosperidad.

Los países de más alto nivel de confianza son, por lo tanto, los de mayor desarrollo económico, prosperidad y bienestar. A la inversa, las naciones con indicadores de menor confianza, son los de más bajo desarrollo y bienestar.

Japón, Singapur, Corea del Sur y Alemania son algunos ejemplos prototípicos de países con altos niveles de confianza.  Admite Fukuyama que Estados Unidos de Norteamérica es una nación cuya confianza está en decadencia y en picada.

En particular México, es un país de baja confianza por varios motivos: 1).-Se tiene un sistema político débil y poco representativo de los intereses de la sociedad; 2).-Cuenta con un sistema de partidos con elites políticas altamente pragmáticas y corruptas; 3).-Los niveles de transparencia  pública son frágiles; y 4).-El Estado carece de instituciones sólidas y operativamente eficientes.

La crisis de confianza que experimenta la nación

Lo que experimenta en la actualidad la sociedad mexicana es una devastadora crisis de confianza en su sistema político, en su democracia y en las elites gobernantes, derivada de los actos de corrupción e impunidad que persisten y que no se han combatido, atacado ni reducido.

La pregunta que estamos obligados a plantearnos es la siguiente: ¿Es posible revertir los altos niveles de desconfianza ciudadana  en relación al ejercicio del poder público en el país? La respuesta es obvia: Sí existen condiciones concretas para revertir dicha crisis, sólo y si somos capaces de consolidad una sociedad fundada en el imperio de la Ley y su respeto irrestricto.

Por una sociedad fundada en el valor de la confianza

Necesitamos en estos momentos que México trasciende de ser una nación de baja confianza, a un pueblo de alta confianza, porque solo de esa forma se podrá crear prosperidad y bienestar colectivo. Para eso, menester será recuperar la misión de país guiado por el respeto a la ley y al Estado de derecho.

Sí en la década de los setentas Jesús Reyes Heroles hizo posible con su reforma política, la transición a la pluralidad democrática, hoy es una demanda – como lo argumentan los especialistas -, avanzar hacia una nueva transición que ponga en el centro el respeto a la Ley y el combate sin cuartel  de la impunidad y la corrupción.

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