Los dos raseros de la política

Dos personas fueron designadas para ocupar la dirección de dos secretarías de gobierno en el Distrito Federal. Una vez concluida la ceremonia del nombramiento del gabinete, amigos cercanos se acercaron para felicitarles. ¿Cuál será tu presupuesto? ¿Cuánta gente estará a tu cargo? Fueron algunas preguntas para uno de ellos. Al tornarse a la segunda, la pregunta fue: “Martha ¿qué vas hacer con tu hija?”.
 Este ejemplo de la vida real que fue compartido el primer día de trabajo del Congreso Internacional “Participación Política y Liderazgo Femenino”, plasma la doble medida para quien ingresa a la vida pública. Dependiendo de su género las expectativas, preguntas, sospechas y cobertura informativa serán distintas en México y en cualquier parte del mundo.
 A ellas se les exigirá demostrar que saben y que pueden, se les demandará “pureza y castidad” ante cualquier cosa que “pervierta su misión”. Si son astutas se les tachará de ambiciosas; si son pausadas se dirá de ellas que no tienen madera, se les hará a un lado si los intereses masculinos así lo designan.
 Para ellos se da por natural que saben y que pueden, pese a los múltiples ejemplos de poco conocimiento e ineptitud, la corrupción, la tranza y la maldad son parte de su ser político, ellos aplastarán a cualquiera para llegar a donde quieren.
 Jamás nadie volteará para preguntarle a un político como se organizará para compaginar su vida pública con su vida privada, a qué hora tendrá que levantarse para llevar a sus hijos a la escuela, quién estará al pendiente de los deberes escolares, quién estará ahí para guiarlos por el buen camino ante los riesgos de hoy en día.
 Nadie sospechará de él si sale de noche a reuniones de trabajo, nadie juzgará que es mal padre por darle prioridad a su vida pública en lugar de atender su hogar.
Es más, nadie se pregunta si va por el tercer matrimonio con descendencia, si cumple con la pensión alimenticia (con el registro de deudores en el Distrito Federal se podría saber de algunos casos).
 Tampoco ellos han tenido que pelear durante más de medio siglo por el reconocimiento de sus derechos políticos, buscar mecanismos temporales que permitan equilibrar su presencia pública en los puestos de decisión.
 Ninguno de los varones ha tenido que investigar y documentar el beneficio que trae para la democracia su presencia, la confianza que tiene el electorado en ellos, no han tenido que realizar una y otra vez foros, congresos, seminarios para fortalecerse.
 Todavía a nadie se le ha dicho que se regrese a su casa, que mejor no salga de la cocina cuando se trata de descalificarlo.
 A los hombres no se les acosará, ni se le amenazará por haberse atrevido a romper con el estereotipo de género e ingresar a la política. No se sentirán solos, sin una red que detenga su caída cuando se equivocan. Todo lo contrario le pasa a las mujeres.
 Ellos no serán sólo el 24 por ciento de las noticias que se transmiten en el mundo, ni tendrán que esperar 40 años para lograr la paridad en los medios, siempre y cuando el incremento de seis puntos porcentuales se logre cada cinco años.
 Nada de esto es ni ha sido la historia de los hombres, este es el camino del doble rasero que han tenido que andar las mujeres y mientras esta sea la realidad, siempre será útil seguir empujando la presencia de las mujeres en los espacios de decisión como desde hace más de medio año se pugna para que sean tres mujeres quienes ocupen los tres puestos del Consejo del IFE.
 Directora general de CIMAC A.C.
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